miércoles, 27 de abril de 2016

Cosas buenas que no lo son

Hacer la obra del enemigo es fomentar una forma de ver la vida que no va según los principios eternos de Dios.
Jesús se volvió y le dijo a Pedro: ¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres. Mateo 16:23
Después de leer el texto, ¿puede usted imaginarse cómo se sentiría si alguien en la iglesia lo reprendiera de esta manera?  ¡Qué sorprendido debió haberse sentido Pedro al ver que la expresión de sus buenos deseos hacia el Hijo de Dios, despertó una respuesta tan violenta por parte de Cristo! No hay duda que Jesús tenía autoridad para reprender a Pedro y que estaba justificado en lo que hacía. Sin embargo, no deja de chocarnos la escena que nos describe el evangelista, pues Cristo no usa el nombre de Pedro para reprenderlo, sino el de Satanás.
No todo lo que nosotros consideramos bueno es conforme a la justicia de Dios, aunque con frecuencia nuestros consejos estén llenos de buenas recomendaciones para los demás.
Nuestra confusión probablemente se deba a que no poseemos la absoluta claridad que poseía Cristo, acerca de lo que es el Reino de Dios y el reino de las tinieblas. Nuestro andar en la vida espiritual se caracteriza más por una confusa combinación de aciertos y desaciertos, que por la confiada expresión del llamado que hemos recibido.  Cosas que, a nuestro entender, son meras trivialidades, son para Cristo asuntos de un peso y una gravedad absoluta.  Sobre todo, no entendemos que nuestro llamado consiste en algo fundamentalmente diferente a sencillamente ser buenas personas, pues las buenas intenciones pueden ser muchas veces, las mejores herramientas del enemigo para hacernos descarrilar de los propósitos divinos.

Más allá de estas consideraciones, una lección queda claramente revelada en el incidente que consideramos, a la luz del versículo: el enemigo puede usarnos para avanzar en los principios y fomentar comportamientos contrarios a los deseos de Dios. Que estemos "en Cristo" no es una garantía absoluta de que, en ocasiones, no hagamos un trabajo eficaz a favor del enemigo.
Para este tipo de acción no hace falta que estemos aliados con Satanás, ni mucho menos. Él se sirve de todo lo que puede usar para hacer avanzar las tinieblas. La esencia del pecado consiste, precisamente, en lo que Cristo denuncia en el texto: "no estás pensando en las cosas de Dios, sino en las de los hombres". Es decir, hacer la obra del enemigo es fomentar en uno mismo y en los demás, una forma de ver la vida que no es según los principios eternos de Dios, sino conforme a la sabiduría de este presente siglo malo. Precisamente por esto es fácil confundir lo bueno con lo justo. No todo lo que nosotros consideramos bueno es conforme a la justicia de Dios, aunque con frecuencia nuestros consejos estén llenos de buenas recomendaciones para los demás.
Abraham y Sara consideraban buena la idea de engendrar un hijo por medio de Hagar. Los Israelitas, aunque arrepentidos por su falta de fe, creían que Dios vería como buenos sus intentos de subir a poseer la tierra por sus propios medios. Los hombres de David consideraban que Dios había entregado en manos del líder enemigo al rey Saúl para darle muerte. El caso es que podemos pensar en decenas de ejemplos. En cada uno, las buenas intenciones no eran suficientes para hacer la voluntad de Dios.
Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. Romanos 12:2



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