domingo, 27 de marzo de 2016

¿Escuchamos a Dios?

“…Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye…” 1 Samuel 3:10
Samuel fue uno de los profetas más poderosos del Antiguo Testamento. Su primera tarea fue la de escuchar la voz de Dios.
En el primero de sus libros, capítulo 3 versículos 3-10, leemos que Samuel, que había sido confiado al cuidado de Elí el sacerdote, estaba acostado una noche cuando el Señor le habló. ¡Verdaderamente, una forma muy hermosa de contestar a Dios!: ¡habla porque tu siervo oye!
Elí enseñó a Samuel a escuchar a Dios, y si hoy hemos de ser hombres suyos tenemos que aprender de qué forma podemos oír lo que nos dice. Lo hacemos con varias actitudes:
Con expectación, si hemos de escuchar a Dios, tenemos que acudir a Él con expectación. Debemos anticipar que Él nos quiere hablar.
Con quietud, el salmista dijo “estad quietos y conoced que yo soy Dios”. Si hemos de escuchar a Dios debemos estar quietos y dejar que Él hable.
Con paciencia, hay cosas que Dios no nos va a decir instantáneamente; algunas revelaciones especiales las oiremos únicamente después de haber esperado un poco de tiempo. Una de las razones es sencillamente que no siempre estamos preparados. Debido a ello, a veces Dios retiene información hasta que estemos preparados para escuchar. 
Debemos estar dispuestos a escucharlo pacientemente, porque esos períodos pueden prolongarse y poner a prueba nuestra fe. Dios ha prometido hablarnos al corazón, de modo que podemos esperar que lo haga, pero no está obligado a decirnos todo lo que queramos saber en el momento en que deseamos contar con la información. Dios sigue hablando.
Elijamos la buena parte que consiste en escuchar su voz con obediencia. Dios tiene cosas grandes y portentosas preparadas para cada uno de nosotros.


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