martes, 15 de marzo de 2016

Deseo

Título realmente insinuante para un escrito. Pero la verdad es que la palabra “deseo” está en nuestra naturaleza humana, la gran mayoría de veces con connotaciones que en nada honran nuestra vida. Pero el deseo bien dirigido puede tener grandes resultados.
deseoInherente al deseo hay un gran poder en nuestra vida. El deseo es capaz de movilizarnos hacia una meta, de animarnos y de mantenernos vigentes y con vida para avanzar hacia el cumplimiento de otros deseos, distintos o de la misma naturaleza.
Existen cuatro tipos de deseos: materiales, de realización, relacionales y físicos. Los materiales dan cuenta del anhelo de tener una casa, un coche, cierta vestimenta, algún aparato tecnológico o dinero para emprender un viaje, todos deseos puestos en el corazón por parte de Dios, ya que el gusto por la belleza es de naturaleza divina y el disfrutar de todas estas cosas de la manera correcta, sin que se vaya la vida en obtenerlos, no tiene por qué ser algo malo, ya que es Dios quien nos da la oportunidad de que disfrutemos de estas comodidades y elementos que pueden mejorar nuestra calidad de vida. 
Es acertado este punto de vista porque muchas veces se ha asociado la pobreza al evangelio, o sea, que solo siendo de la condición pobre obtienes los dones de parte del Señor. Esto ha sido durante años una gran mentira que se ha transmitido de manera generacional. No tiene nada de malo desear tener estos bienes y trabajar por ellos, porque una vez que los tenemos podemos honrar a Dios por regalarnos la posibilidad de disfrutarlos.
Los deseos de realización tienen que ver con el obtener logros académicos y laborales, un ascenso, un estudio superior, ser un buen vendedor o el empleado del mes. Ahora bien, si estos deseos nos llevan a la soberbia no vienen de parte de Dios, sino que solo son “buenos” deseos en la medida que deseen darle la gloria a Él cuando los obtenemos. Hay una sutil diferencia. 
Por su parte, los deseos relacionales tendrían que ver con la capacidad de ser hospitalario y de disfrutar entablando relaciones afectuosas y amistosas con los demás, ser amable y relacionarse de buena manera con otros. Si nos ponemos a pensar en este deseo, Dios nos creó como seres gregarios, esto es, no podemos vivir solos, por lo tanto, el deseo de querer estar reunido con más personas y disfrutar de su compañía, es algo que viene de parte de Él mismo.
Y en último lugar, pero no menos importantes, estarían los deseos físicos, como el comer, beber, ver, escuchar, tocar, ... todo lo sensorial. Disfrutar de una buena comida, ver un espectáculo que nos impresione, acariciar a un bebé o a nuestro esposo o esposa, escuchar una canción que nos guste mucho, son deseos propios de nuestros sentidos y que también provienen de Dios, porque si no, no tendríamos nunca hambre, no tendríamos sentidos y no tendríamos ciertas preferencias, sino que operaríamos como robots o autómatas. 
Todos los deseos provienen de Dios, el problema ha sido que los hemos usado y explotado con otros fines. Pero si son creación suya y están dentro de mí, puedo orientarlos correctamente y honrar con cada uno de ellos la figura de Dios, mostrándole al mundo una forma correcta de utilizar esta palabra (deseo), que ha sido tan contaminada y ensuciada para que su uso solo tuviera ribetes sexuales y de clandestinidad. Esto no es así, somos cristianos y deseamos muchas cosas porque Dios así nos creó, y creó esos deseos para mantenernos vivos y apasionados por la vida.

Examina cómo andan tus deseos en estas cuatro clasificaciones, y si hay alguno desordenado que quiere únicamente satisfacerse a sí mismo, pídele ayuda a Dios para que lo reordene y ponga en el lugar que le corresponde a cada uno de ellos. Sé feliz deseando lo bueno, lo agradable y lo perfecto que Dios creó para ti.

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