martes, 2 de febrero de 2016

Paciencia

Paciencia es lo que necesita el agricultor, cuando deposita una semilla bajo la tierra esperando lentamente que su flor crezca o que su producto rinda fruto, anhelando ver resultados, deseando una abundante cosecha. 
Paciencia es la que a veces parece que se nos agota. Nos causa frustración y gran tristeza ante la incertidumbre de que no veremos los resultados.
Como una semilla que sembramos bajo tierra y no logramos ver cómo van brotando sus raíces, pero, con una fe llena de certezas, confiamos en que a su debido tiempo producirá resultados, así es como desarrollamos la paciencia.
La paciencia produce en nosotros perseverancia, y hace que desarrollemos características que nos preparan para hacernos más fuertes ante las pruebas de la vida. Si hay algo que conoce lo que es esperar pacientemente, ese es el desierto. El desierto siempre ansía que la lluvia acaricie su arena.
Hasta cada estación tiene su tiempo. La primavera espera al verano, el verano al otoño, el otoño al invierno, y éste de nuevo a la primavera. El sol sale de mañana, y luego va desapareciendo en el ocaso para que llegue la noche inundada de estrellas. También la luna tiene que pasar por procesos para estar llena. Espera lentamente su crecimiento, para a su debido momento brillar con el fulgor más bello.
Nadie dijo que la espera es fácil, porque la espera generalmente es lenta. De hecho, en muchas ocasiones es dolorosa y sin embargo, su fruto puede resultar abundante. Pero la paciencia lleva consigo insistencia y la insistencia a su vez, nos hace fuertes como rocas.

Cada ciclo tiene su proceso y cada proceso trae consigo la evidencia de que si sabemos ser pacientes, obtendremos algún resultado. Siendo realistas, estos resultados pueden ser de tres formas: el que esperábamos, el que es mejor de lo que esperábamos o el que para nada se acerca a lo que esperábamos. Sin embargo, siempre me mantiene esperanzado esa palabra que dice que los planes y los pensamientos que el Señor tiene acerca de mí, son mejores de lo que pienso, y que después me darán el final que espero. Tiene su lógica saber que en algún momento, si confío en Dios, en su sabiduría y en los planes que Él tiene para mi vida, Él me dará exactamente lo que yo necesito.
Las cosas buenas llevan y vienen a su tiempo. El amor va creciendo lentamente hasta que llega un momento en que no conocemos la dimensión o la extensión de lo que sentimos. El atleta que gana una medalla en las Olimpíadas, siempre tiene una historia que contar sobre la disciplina y los sacrificios que tuvo que afrontar para llevar esa medalla en su cuello. Ese momento pasa, pero el recuerdo y la satisfacción de ese instante y de ese arduo trabajo, dura para toda la vida.

Así que el consejo es tratar de no afanarnos ni desesperarnos cuando los resultados que esperamos no llegan. Al final el fruto de tu paciencia desarrollará algo bueno en ti, una fortaleza interior capaz, y una sabiduría para que comprendas y sepas las cosas por las que vale la pena esperar y cuáles debes dejar ir, para que puedas nuevamente comenzar a volar.

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