domingo, 31 de enero de 2016

¿Volviste a fallarle a Dios?

Crees que eres un caso perdido porque lo volviste a hacer. Sí, aquello que dijiste que no volverías a hacer,... creíste que lo tenias controlado, pero después te diste cuenta que no.
Y te sientes mal, muy mal, tienes un sentimiento de culpabilidad en tu vida, y desearías regresar en el tiempo para no hacerlo, ya que el hecho de hacerlo te ha entristecido.
No tienes ni el valor de levantar tu rostro al cielo, y si pudieras esconderte de Dios lo harías, pero sabes que no lo puedes hacer y que Él fue el primero en enterarse de tu fallo.
MARIPOSAS¡Vaya!,  duele fallar, ¿no? De haber sabido el dolor que esto te iba a causar o la frustración que ahora te gobierna, seguramente no lo hubieras hecho, sin embargo lo hiciste.
En momentos como esos no hay palabras para tratar de defender lo indefendible. Nadie te obligó, simplemente lo hiciste dejado llevar por la emoción del momento o una decisión impulsada por sentimientos y no por la razón.
Cuando esto pasa, te sientes muy mal contigo mismo y sientes que defraudaste a Dios, y en casos extremos decides que es mejor alejarte de Él en lugar de seguirle fallando.
Pero, ¿qué piensa Dios de todo esto?, si, porque tú ya te hiciste un auto-juicio, ya te condenaste tú mismo, ya te hiciste ciertos pensamientos que crees que Dios ha de tener sobre ti, pero, ¿qué pensará Dios realmente?, ¿será que Dios tiene los mismos conceptos de ti que los que tú te pones?
Menos mal que Dios no piensa como nosotros, y no maneja los mismos conceptos de nosotros, como los que nosotros mismos creemos.
Imagínate a Dios viéndonos cuando fallamos, observando lo tristes que nos ponemos, lo duros que a veces somos con nosotros mismos, cómo se nos cae la cara de vergüenza, cómo preferimos alejarnos de Él en lugar de ir nuevamente a pedirle perdón.
Porque lo que hiciste estuvo mal, sin embargo Dios quiere restaurar tu vida, Dios no va a pasar de ti y echarte como una servilleta desechable. Tú no eres un objeto para desechar, tú eres su hijo, su hija, y eso no cambiará, y por esta razón como Padre amoroso te buscará, y si estás en el suelo te levantará, te sacudirá el polvo y te dará un abrazo y una sonrisa que te transmitirán todo el ánimo que necesitas para no darte por vencido.
La Biblia dice: “Yo los quiero a ustedes como a hijos. Por eso les escribo esta carta, para que no pequen. Pero si alguno peca, Jesucristo es justo y nos defiende ante Dios el Padre.” 1 Juan 2:1 (TLA).
Si tú eres padre de familia, sabes lo que un hijo significa para los padres, sabes que cuando está comenzando a caminar, incluso cuando lleve ya algunos años haciéndolo, tropezará, se caerá, y quizá se haga heridas; pero cada vez que cae en tu presencia, vas rápidamente a donde él, lo ayudas a levantarse, lo sacudes, lo abrazas, le dices que no se preocupe, que siga caminando, que lo siga intentando, y tu hijo va y camina, y aprende a hacerlo bien, de forma que los tropiezos disminuirán en gran manera.
Tu Padre es Dios, y tú eres su hijo/a. Él estará presente en cada momento de tu vida. Seguramente tropezarás muchas veces, seguramente las caídas te dolerán y muchas de ellas serán consecuencia de tus descuidos o malas decisiones. Sin embargo, Dios no está allí para echarte en cara tus errores, ese no es su trabajo, Él está allí para ir tras de ti a levantarte rápidamente, a sacudirte todo el polvo que tus vestiduras tienen a consecuencia de la caída, después de sacudirte te mira a los ojos y aunque estés avergonzado de haber tropezado y no quieras levantar tu rostro, Él levantará tu barbilla y te dirá: “Tú eres mío, ¿de qué te avergüenzas?”; luego te abrazará y te transmitirá tanta seguridad que tus ojos se inundarán de lágrimas, lágrimas que solo reflejan lo sorprendido que estás de que lejos de juzgarte, simplemente te da su amor y te da ánimo para que sigas caminando.
Debes saber que Dios no te juzga, que Él no está defraudado por ti, que tú eres su hija/o, que Él te ama más de lo que un padre humano puede llegar a amar a su hijo, lo único que Él puede transmitirte es amor, es comprensión y aunque muchas veces crees que no eres digno de ser su hijo, no significa que no lo seas. Él no piensa lo mismo que tú, si Él un día te buscó, te llamó, te perdonó y te está transformando, no fue para luego desecharte, ¡no! Su voluntad es terminar la obra que comenzó en tu vida, por eso no te alejes de Él, y no te creas inmerecedor de su amor. Nadie merece nada de Él y Él no nos ama por méritos que hayamos hecho, sino porque su gracia y misericordia es así de pura y maravillosa.
¡Vamos! Ríndete hoy delante de Dios, reconoce tu error, y si quieres llorar en su presencia, ¡hazlo! Seguro que Él te abrazará y te hará sentir todo Su amor, tan inmenso y precioso que tiene para ti. Solo permite que Él te ayude a levantarte, deja que Él te tome de la mano y sea quien te guíe en la vida.
Puede que fallaras nuevamente, pero ¿sabes?, Dios te ama tanto que no se ha olvidado de ti y simplemente quiere que sepas que Él no ha terminado contigo, por eso: ¡levántate y camina! Porque Él sabe que la próxima vez serás más fuerte al haber experimentado de su perdón y su amor.
¡Recibe hoy su perdón y su amor incomparable!
“Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”. Oseas 14:4 (RV60)

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