¿Qué pasó ayer? ¿Qué sucedió anoche? ¿Por qué se ha ido la sonrisa de tu rostro? ¿Por qué tienes la cabeza agachada? ¿Hay algo que sacudió tu vida ayer, anteayer, o en días pasados? ¿Qué te pasa? Toma aire profundamente, mantén un momento el aliento y mientras Dios te habla, siente como desde el primer cabello de tu cabeza hasta el dedo más pequeño de tus pies, un aire especial recorre todo tu ser.
Nos levantamos cada mañana de cada precioso e inspirador día, con el sol tocando nuestras mejillas, calentando nuestro cuerpo, y dándole gracias a Dios por permitirnos vivir un día más a su lado. Organizamos todo y salimos a vivir lo inesperado, anhelando las grandes y maravillosas sorpresas de Dios. Muchas cosas pueden pasar en un solo día, cosas grandiosas, cosas inimaginables, cosas edificantes, cosas espectaculares; pero también pueden pasar cosas que sacuden nuestro ser, torrentes de viento helado que agobian y congelan nuestra alma, las caídas.
Nos levantamos cada mañana de cada precioso e inspirador día, con el sol tocando nuestras mejillas, calentando nuestro cuerpo, y dándole gracias a Dios por permitirnos vivir un día más a su lado. Organizamos todo y salimos a vivir lo inesperado, anhelando las grandes y maravillosas sorpresas de Dios. Muchas cosas pueden pasar en un solo día, cosas grandiosas, cosas inimaginables, cosas edificantes, cosas espectaculares; pero también pueden pasar cosas que sacuden nuestro ser, torrentes de viento helado que agobian y congelan nuestra alma, las caídas.
Caer no es nada chistoso, y más aún, porque cuando caemos no queremos mirar al cielo. Sentimos como si hubiera pasado un huracán sobre nosotros, y para qué hablar sobre lo que siente nuestro espíritu del cual solo salen lágrimas, puños al aire, ira, frustración, y todo sentimiento del más doloroso fracaso que podamos tener en la vida, fallarle a Él.
Todos hemos sentido lo que es fallarle a Dios, todos hemos sentido eso. No podemos decir que alguno no le haya fallado a Dios, como tampoco lo vamos a celebrar, porque todos en su momento, le hemos fallado a nuestro Padre Celestial y hemos sentido el sabor amargo de lo que pensamos es una “derrota”. Hoy, quizá hoy, vienes por ese motivo, porque sientes que le has fallado a Dios, porque tuviste una caída o una recaída bastante dolorosa y de la cual sientes que no podrás volver a levantarte; hoy, quizá hoy, vienes a Dios con la vergüenza a flor de piel y con tu corazón en la mano, sin palabras, ni ganas, ni fuerzas; quizá hoy vienes con tu vida destrozada a causa de lo que ha pasado, y de lo que creíste ya habías vencido. Yo mismo sé lo que es sentirse de esa manera y sé que no es nada bueno, al contrario sé que duele más, mucho más de lo que dolería cualquier otra cosa en esta tierra. Sentir que le has fallado al Rey de Reyes es como sentir que tu mundo se ha venido abajo, que nada podrá acercarte de nuevo a Él, cuando le habías prometido que no volvería a suceder. Estoy contigo, de verdad yo sé lo que es eso, y Él sabe cuánto duele. Jesús sintió toda clase de dolor, y Él más que nadie, entiende cuánto nos duele fallarle a Dios.
El Enemigo busca y busca la forma de tirarnos a la lona, de hacernos caer para que no nos volvamos a levantar, no se queda quieto y no quiere verte ni a ti ni a mi caminando alegremente con Dios. Él buscará la forma de humillarte hasta que toques la arena con tus labios, y es bastante difícil mantenerse erguido en algunos momentos, cuando sentimos cómo flaqueamos y flaqueamos... hasta la dolorosa caída.
Sé que hoy puedes estar llorando por el dolor que sientes, y no paras de repetirle a Dios “perdóname”; sé que hoy estás aquí sintiendo que por tus venas corre el desespero de querer estar delante de Dios y decirle personalmente “Por favor, perdóname”…
Haz el favor, confiesa este hermoso pasaje: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9 y con seguridad, confiesa este otro:“Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios lleno de amor, para que tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de la necesidad” Hebreos 4:16, y ten la plena convicción que desde este mismo instante estás ahí, delante de su trono; dile todo lo que quieras, exprésale cuánto le amas, pídele con amor y humildad que te perdone, y prométele que por nada del mundo desistirás de seguir adelante si Él está contigo. Y dile: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” Filipenses 3:14, ya que después de haberle expresado cuánto lo amas y de que hayas derramado tu corazón delante de Su Trono y Su Presencia, es hora de la Gran Renovación.
La hermosa y majestuosa águila, a los 40 años deberá tomar una seria y difícil decisión, ya que sus uñas, su pico y sus alas han envejecido, y volar se hace difícil para ella, digamos que no cumplen la función que deberían cumplir. Por lo tanto, el águila tiene solo dos alternativas: morir o enfrentar un proceso de renovación que durará 150 días, en el cual tiene que volar hasta lo más alto de una montaña, golpear su pico con la roca hasta lograr arrancarlo, luego con el nuevo pico que le crezca, desprenderá una a una sus uñas, y después de que sus uñas comiencen a crecer, comenzará a sacar sus plumas viejas. Después de 5 meses saldrá hacia el famoso vuelo de renovación que le dará 30 años más de vida.
Hoy es el tiempo y el día de que te renueves como el águila para que al final puedas dar el gran vuelo de renovación y tengas nuevas fuerzas. El proceso de renovación no es fácil, pero si Dios está contigo, ¿quién contra ti?, al igual que al águila te será doloroso, pero estarás totalmente renovado y listo para volar sobre todo, y ver las cosas desde el ángulo celestial.
Hoy es el día en el que tienes que arrancar de ti todas aquellas cosas que te pesan y no te dejan volar libre, tienes que desprenderte de aquello que no te sirve para agarrar las bendiciones, tienes que quitar de tu boca toda mala cosa que a Dios no le agrade; es hora de la renovación, es hora de decirle a todo eso “¡Adiós, voy a alzar el vuelo y vivir otros 30 años!”. Es hora de pedirle a Dios que renueve tu espíritu, tu ser, tu vida; es hora de decirle a Dios: “Dios, estoy list@ para la renovación”. ¡Ya! Quita todo eso que te ha hecho caer; quita toda carga, todo dolor y angustia, quita toda culpa y no permitas que Satanás te culpe por algo que Dios, seguro, ya te perdonó; quita todo fracaso de ti, y seca tus lágrimas. Es hora de que bebas de la copa de la victoria. Es hora de que seas renovado como el águila. Vivir o morir…
TÚ DECIDES
“Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”
ISAÍAS 40:31
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