Recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir” Hechos 20:35, NVI.
En mis años de estudiante universitario tenía una muy buena amiga a quien me refería como “mi amiga espiritual”. Estudiábamos juntos la Biblia y cantábamos canciones. Ella tenía talento para cantar y tocar música cristiana. Yo estaba feliz por ella, pero también triste, ya que no terminaba de adoptar los principios bíblicos de un verdadero estilo de vida cristiano. Día a día, nuestras conversaciones sobre la religión se hacían más profundas. A ella no le gustaba mi religión ni creía en ella; decía que era “muy ortodoxa”.

Al desenvolver la hermosa Biblia, se le pusieron lágrimas en los ojos. Hoy dice que ese fue el mejor regalo que recibió. La lee con gozo, escudriñando cada versículo y ahora entiende con mayor claridad el significado de la “verdad bíblica”. Hasta se siente culpable por haber criticado el mensaje de la Iglesia. El Espíritu Santo ha depositado todo su poder en las publicaciones que ella lee y ahora entiende la verdad.
Pensando en mi amiga espiritual de los años universitarios, la siguiente cita me llena de alegría: “Dondequiera que estemos, hemos de procurar aprovechar las oportunidades que se nos presentan para hablar a otros del Salvador. Si seguimos el ejemplo de Cristo en hacer el bien, los corazones se nos abrirán como se le abrían a Él… Esta es la obra suprema en la cual podemos emplear el talento del habla”
¿Hay algo que pueda revelar el misterio de las verdades trascendentales del cielo y la tierra y el eterno devenir de la creación mejor que la Biblia? Sembremos las verdades bíblicas en los corazones de nuestros vecinos y amigos. Que nuestra oración sea: “Querido Dios, permíteme compartir la verdad que en tu misericordia me has dado a conocer, con las almas sinceras que te buscan y te necesitan. Amén”.
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