Jesús realizó incontables milagros, sin embargo, la gran mayoría de la gente no creyó en Él. Si en la actualidad Dios realizara milagros como los que hizo en el pasado, ocurriría el mismo resultado. La gente quedaría asombrada y creería en Dios por un corto tiempo. La fe sería superficial y desaparecería en el momento en que algo inesperado o amenazante ocurriera. Una fe basada en milagros no es una fe madura. Dios realizó el milagro más grande de todos los tiempos al venir al mundo en la forma humana de Jesucristo, para morir en la cruz por nuestros pecados (Romanos 5:8), para que pudiéramos ser salvados (Juan 3:16). Dios aún realiza milagros, aunque muchos de ellos simplemente pasan inadvertidos o son negados. Sin embargo, no necesitamos más milagros. Lo que necesitamos es creer en el milagro de la salvación a través de la fe en Jesucristo.
Otro importante concepto para entenderlo, es el hecho de que el propósito de los milagros era autentificar al realizador de los mismos. Hechos 2:22 declara, “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis.” Lo mismo es dicho de los apóstoles, “Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros.” (2 Corintios 12:12). Hablando del Evangelio, Hebreos 2:4 proclama, “Testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según Su voluntad.” Nosotros tenemos ahora la verdad de Jesús registrada en la Escritura. Tenemos también los escritos de los apóstoles impresos en la Escritura. Jesús y Sus apóstoles, como está escrito en la Biblia, son la piedra angular y el fundamento de nuestra fe (Efesios 2:20). En este sentido, los milagros ya no son necesarios, porque el mensaje de Jesucristo y Sus apóstoles ya ha sido certificado y detalladamente registrado en las Escrituras.
Sí, Dios aún hace milagros. Y al mismo tiempo, no debemos esperar hoy necesariamente, que ocurran milagros como los registrados en la Biblia.
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