miércoles, 23 de diciembre de 2015

Sal de tu cueva

Cuando escuchamos sobre la vida de Elías, siempre lo recordamos como el profeta valiente y determinado en cumplir los mandatos de Dios. Sin embargo, a pesar de todas aquellas victorias, él, igual que nosotros, pasó por situaciones difíciles.
Sal de tu cuevaEn el pasaje 1 Reyes 18:40 vemos cómo Dios llenó a Elías de su poder e hizo que confrontara sagazmente, a los profetas de Baal y Asera. Ese día, Dios le dio la victoria y mató a 450 profetas de Baal y 400 de Asera. Cuando la reina Jezabel se dio cuenta de la situación, le envió un mensaje diciéndole:  “Que los dioses me hieran e incluso me maten, si mañana a esta hora yo no te he matado, así como tú los mataste a ellos” (1 Reyes 19:2).  Elías al ver el peligro, huyó para salvar su vida, tuvo gran temor y se alejó de todo (1 Reyes 19:3). Después se escondió en una cueva.
Muchos de nosotros actuamos como Elías, pero peor. Ante los comentarios negativos de otros, huimos de nuestra realidad y nos encerramos en nosotros mismos. Aunque tengamos una buena trayectoria somos susceptibles a ello.
Dios le preguntó a Elías: ¿Qué haces aquí? Estando Elías en su soledad, Dios se acercó a él. ¿Dónde has estado encerrado estos días?... Yo no lo sé, pero Dios nos hace la misma pregunta: ¿Qué haces ahí? Dios desea que salgamos y corramos hacia su voluntad. En el versículo 1 Reyes 19:11-12 se menciona que Dios envió un poderoso viento, luego un terremoto y después fuego. Evidencias para hacer reaccionar a Elías y él encerrado en la cueva. Estando ahí, Dios se mostró de una forma diferente a través de un silbo apacible. Cuando Elías lo escuchó, inmediatamente salió de la cueva.
Dios desea que cada uno de nosotros salgamos de aquellas cosas que nos impiden crecer en Él. ¿Cuál es tu cueva? Tu pasado, prejuicios, tú mismo, tus limitaciones, tu inexperiencia, tu falta de fe, depresión, desánimo, etc. Dios está con los brazos abiertos y nos está esperando. No te hundas en ti mismo. Aunque recibas insultos o amenazas, mantén tu mirada en Cristo. No importa lo que digan tus emociones, ten confianza en Dios y permite que Él te libere.
Decide entregarle a Dios lo que te estorba en tu caminar. Deja que su voz haga reaccionar tu interior. Sal de tu cueva y comienza a vivir lo que Dios ha planeado para ti. Sal de tu “yo” y deja que Él entre a tu alma y te llene de su amor.

Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo.

Apocalipsis 3:20 (TLA)

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