¿Por qué algunas personas fracasan, y otras logran sus metas? Quizá las principales razones sean, como algunos suponen, los antecedentes familiares, la educación y por supuesto, las habilidades propias. Pero ¿por qué, entonces, hay personas que triunfan a pesar de tener un pasado difícil, falta de habilidades o poca capacitación? Sin duda, hay algo más que influye en el logro de nuestras metas.
Contrariamente a la definición de la sociedad, que usualmente involucra fama, fortuna o poder con el éxito, el verdadero triunfo significa convertirse en las personas que Dios quiere que seamos, y lograr las metas que Él ha fijado para cada uno. Hebreos 12.1 ofrece la perspectiva del Señor en cuanto a esto: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”.
Aquí vemos las claves del éxito. Primero, es importante encontrar estímulo en las vidas de otros creyentes, que han visto la fidelidad de Cristo y que han seguido su dirección. Luego, debemos deshacernos de todo lo que nos impida obedecer a Dios. Y por último, debemos perseverar, aun en los tiempos de dificultad y desánimo. Este pasaje responde a nuestra pregunta original: lo que nos permite alcanzar el éxito es confiar en la dirección y en el poder de Jesús.
Dios tiene un plan maravilloso para bendecirle y darle una vida plena, y parte de ese plan es que viva con propósito y perseverancia. La dirección del Padre celestial se le hará más clara a medida que lea su Palabra, que ore pidiendo orientación, y que busque su consejo piadoso. ¿Sabe usted cuáles son las metas que Dios tiene para su vida?
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