
Cuando se dice “¡Sigue lo que dice tu corazón!”, en realidad se afirma que el hombre es independiente para tomar sus propias decisiones y que él puede elegir el criterio para tomar ésas. Y generalmente, este consejo viene junto a otro igual de diabólico: “lo que importa es que seas feliz”. Esto es así porque nuestra cultura piensa así, de forma individualista y hedonista. El hombre se transforma en el centro de su "mundo", y lo que le da sentido a ese mundo es su propia felicidad. Felicidad que se consigue por el cumplimiento de los propios deseos. “¡Sigue lo que dice tu corazón!” es un llamado a hacer lo que es bueno a los ojos de cada uno.
Esta conclusión nos muestra la verdadera seriedad de lo que se aconseja. Cuando le decimos a alguien que crea en lo que su corazón le dice, lo estamos llevando a darle la espalda a Dios.Fundamentalmente, el problema del primer pecado se reduce a esto: Adán y Eva optaron por la satisfacción del deseo propio más que sobre la obediencia a los mandamientos de Dios. El diablo les hizo apelación al “deseo de los ojos, la codicia de la carne y el orgullo de la vida” (ver 1 Juan 2.16, con Génesis 3.6). En contra estaba el mandamiento de Dios: “no comeréis.” Las opciones que les fueron dadas fueron las mismas que las que enfrentamos ahora. Reflejan dos moralidades distintas, dos opciones antitéticas, y dos maneras distintas de vida. La una dice: “Viviré según los sentimientos.” La otra: “Viviré según lo que Dios dice.”
Aconsejar orientado hacia los sentimientos (y gran parte de la consejería comúnmente lo es), se halla en las manos de Satanás, el cual le ganó al primer hombre y a la primera mujer por medio del deseo. Animar a los solicitantes de consejo a seguir sus sentimientos antes que obedecer la Palabra de Dios, es como ponerse del lado de Satanás, endurecer el problema original, y dar lugar a las complicaciones que vienen después del comportamiento pecaminoso. Es ponerse del lado del problema y sus causas, más bien que del lado de la solución.
Cuando el hombre sigue su corazón no solo abandona el consejo de Dios, sino que deposita su fe en el peor lugar donde lo puede hacer. La Escritura nos alerta muchas veces acerca de esto. Jeremías 17.9 dice que “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?” También Proverbios 28.26 dice “El que confía en su propio corazón es un necio”.
E Isaías 55:8 añade “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.” Cuando debemos tomar decisiones hay dos posibilidades: los malos pensamientos que provienen del corazón humano (Mateo 15.19) o la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios (Romanos 12.2).
En lugar de confiar en lo que el corazón nos dice, nuestros pensamientos, debemos buscar el consejo en los pensamientos de Dios.
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