“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud
de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.” Salmo 16:11
El disfrutar de la presencia de Dios es la experiencia más sublime que el ser humano puede experimentar. Dios es un ser amoroso, tierno, bondadoso, misericordioso, sabio, y su dulzura es sin igual. Buena compañía, ¿verdad?
El disfrutar de la presencia de Dios es la experiencia más sublime que el ser humano puede experimentar. Dios es un ser amoroso, tierno, bondadoso, misericordioso, sabio, y su dulzura es sin igual. Buena compañía, ¿verdad?
No importa en las circunstancias
que se encuentre el hombre o la mujer, no importa bajo qué condición estén, ya
que cuando están disfrutando de la presencia de Dios todo a su alrededor cambia
y sus desiertos se convierten en un edén. Madame Guyon, una mujer francesa que
vivió en el siglo diecisiete y fue encarcelada por su fe en Dios, escribió: “Me
parece que soy como un pajarillo que el Señor ha puesto en una jaula y que no
tengo otra cosa que hacer, sino cantar.”… Y añadió: “Pero las prisiones serán
como palacios si Jesús habita conmigo allí.”
La presencia de Dios es
imponente y a la vez cálida, la presencia de Dios da dirección. Moisés lo sabía
muy bien y le dijo a Dios: Si tu Presencia no va conmigo yo no me moveré. (Éxodo 33:15) Además de dirección, la presencia de Dios nos
da sabiduría, gozo, paz, fuerza, nos da socorro, es torre fuerte, es Amor. Es
en su presencia donde todo orgullo se cae, toda depresión se desvanece, toda
amargura se deshace, toda tristeza se convierte en alegría, es ahí donde la
verdadera vida comienza.
¡Cuán hermosa es la presencia del Señor! El Salmo 84:10 dice: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera
de ellos.” Es allí, en Su Presencia, donde puedes escuchar su dulce voz.
Querida hermano/a, quizá
estás sin rumbo, no sabes para donde ir ni qué hacer. Quizá estas triste, desalentado,
y deprimido, o quizá piensas que ya no te quedan fuerzas para seguir peleando
la batalla que tienes por delante. Pero hoy yo te digo: Busca a Dios, ten
tiempo en Su presencia, y allí, en absoluta comunión con Él, experimentarás que
Él cambia tu tristeza en baile, experimentarás que Él te viste de alegría, y
como David podrás decir: Has cambiado mi
lamento en baile; me quitaste la ropa áspera y me ceñiste de alegría. Por
tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te
alabaré para siempre. (Salmo 30:11-12) ¡Amén!
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