viernes, 4 de diciembre de 2015

Embajadores del Reino de Cristo

2 Corintios 5:20  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 
Un embajador es el representante de un país ante el resto de los países, y se esmera en ofrecer lo mejor de sí y de su país para que se conozca lo que se hace en su lar. La generalidad de los embajadores presenta algunas características comunes, que los distinguen de otras personas:
Generalmente usan una vestimenta adecuada, representan los intereses de una nación, disponen de cartas con poderes especiales otorgados por su país, son personas muy preparadas, saben reconocer las oportunidades a favor de su nación, y además actúan en un rol conciliador. Estos y otros rasgos distinguen a las personas que desempeñan tan digna representación, sin embargo, hubo un embajador que representó toda la majestad divina de Dios y que se esforzó por mostrar el reino que representó; se trata de Nuestro Señor Jesucristo, quien con su rol a favor de la humanidad entera, permitió que nos reconciliáramos con Dios Padre, además de entregarnos cartas plenipotenciarias, firmadas con su sangre preciosa, en la cual se declaró la libertad de todos aquellos que creemos en Él. Estas palabras os digo para animaros: si a un embajador de un país se le abren las puertas de las naciones, ¡cuánto más a un embajador de Cristo se nos abrirán todas, absolutamente todas las puertas y además, las del Hades no prevalecerán sobre él!
¿Quién es un embajador de Cristo? ¿Qué características debe reunir un embajador del Reino de Cristo?
Un embajador de Cristo es una persona que habiendo nacido de nuevo, de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo (Juan 3:5) a través de la fe en el sacrificio en la Cruz del Calvario, ha sido llamado para representar los intereses de Dios en la tierra, intereses a través de Nuestro Señor Jesucristo. Nadie puede ejercer tal rol, si no conoce ni el reino que representa ni al rey representado; en consecuencia, un embajador del Reino de Cristo es aquel que conoce el Reino de Dios y al Rey de reyes, Jesucristo, El Salvador (Juan 1:12), como único camino para llegar al Padre (Juan 14:6). No solo nos referimos al conocimiento de la Palabra y de Nuestro Rey Jesús, sino a vivir diariamente en su revelación divina.
Un embajador de Cristo, reúne ciertas características que lo identifican a donde vaya:
1. Debe escuchar y dejarse guiar por la voz de Dios (Juan 16;13)
Jesús escuchó la voz de Dios y se dejó guiar en el desierto por el Espíritu Santo. El desierto representa una vida áspera, árida y un lugar lleno de alimañas, como donde predicaba Juan El Bautista antes del bautismo de Jesús. Se enfrentó a la tentación del pecado, a la invitación de Satanás para sacarlo de su propósito, tuvo hambre, pero no era hambre de pan físico, sino de la revelación de Dios. Enseñó que no solo de pan vive el hombre, que puede vivir de la Palabra que sale de la boca de Dios; también nos enseñó que Satanás conoce Las Escrituras, y que tenemos que estar apercibidos para resistirlo (Gálatas 1:6-10), so pena de acarrear juicio de maldición. 
Satanás tienta al hombre en la debilidad del espíritu. Cuando tú comes a diario los manjares de la gloria de Dios, representados en su bendita y poderosa Palabra, y obras según ella, manteniendo además, tu comunión diaria con el Padre, te estás fortaleciendo como embajador de Cristo en la tierra. Así mismo, no podemos actuar con desconocimiento de la majestad y potestad que Dios tiene sobre sus hijos. Al Señor nuestro Dios adoraremos y solo a Él, serviremos. Es un embajador del reino de los cielos en la tierra quien entiende perfectamente este principio Bíblico, quien representa al Señor y Rey Jesucristo, quien nos enseñó, que si Jesús como hombre pudo vencer la tentación del pecado, nosotros sus discípulos, hombres y mujeres de carne y hueso, con la naturaleza divina del soplo de Dios sobre nosotros, con más razón podemos vencer esas tentaciones. 
2. Reconoce que el adversario fue derrotado en la Cruz del Calvario (Colosenses 2:14-15; Isaías 41:10-13)
No tenemos que andar haciendo alardes de que somos grandes guerreros en el Reino de Dios, pues el Guerrero de guerreros, Jesús de Nazaret, ya peleó por nosotros y derrotó a los principados y potestades que tenían derechos en nuestras vidas, exhibiéndolos y avergonzándolos en la cruz del Calvario. Motívate, en este momento, con las Palabras de Nehemìas que dicen que la obra es grande y extensa y estamos distanciados los unos de los otros. En el lugar donde escuchemos la trompeta allí nos reuniremos, porque escucha, Dios peleará por nosotros. No es nuestra pelea, es la pelea de Dios, y nuestro Dios ya triunfó en Cristo Jesús.
David comprendía esta Verdad, y aunque su vida transcurrió mucho antes del nacimiento y muerte de Jesús, fue un gran embajador del reino de Dios en la tierra. Cuando fue a luchar contra Goliat, sabia que Dios ya le había dado la victoria; entendió que su peor enemigo no era Goliat, sino lo que había en su corazón. El campo de batalla del enemigo es tu mente, y después que se fijan pensamientos perversos en la mente del hombre, estos bajan al corazón como fortalezas difíciles de derrotar, a no ser que las entreguemos en el campo de batalla a la fe en Cristo Jesús. David entendiendo esto, confió, se postró ante el único Vencedor, nuestro Omnipotente Dios, y los resultados no se hicieron esperar, el gigante cayó vencido, como un castillo de arena derribada por el agua, y es que cuando la confianza del hombre está en el hombre, apartando su corazón de Dios, los resultados son una inminente derrota; mejor es esperar en Dios que esperar en el hombre, expresa, justo el centro de La Biblia el (Salmo 118:8). Así que, como embajadores de Cristo en la tierra, nuestra confianza no debe estar puesta en la experiencia, en los años del ministerio, en lo que podamos hacer, no, nuestra confianza debe estar puesta en el único, verdadero y fidedigno Rey de los cielos y de la Tierra, el Altísimo, a Él sea la gloria, el poder y la honra.
3. Lucha por un ideal y persevera hasta alcanzarlo (Isaías 61:1-3, Mateo 28: 19)
Es necesario estar revestido del poder del Espíritu Santo (Hechos 1:8) para entender que en nuestro papel como embajadores de Cristo, se nos presentarán diversas situaciones que pretenderán interferir en la comisión encomendada, como el mundo y su fascinación, que se mostrarán cada día como lo verdaderamente real. Este mundo se está construyendo diariamente con su poder encantador, seductor y fascinador, pero otra realidad, que no pertenece a este mundo, también está siendo construida por ti y por mí, por los embajadores de Cristo en la tierra. Hay algo más dramático cuando Nuestro Señor venga revestido de su poder y de su gloria, al son de trompetas celestiales, con voz de mando, y aquel mundo fascinante y encantador será consumido en solo segundos. Prevalecerá el mundo espiritual, representado por el reino de Dios, que el mismo Señor nos encomendó edificar. Por eso no desmayes en la labor que Dios nos encomendó; desde luego que habrá tribulación, habrá prueba, desánimo, pero todo es parte del plan satánico que pretende hacer retroceder a los embajadores de Cristo, mas nosotros sabemos que en Cristo somos más que vencedores y que todo lo podemos en Él que nos fortalece.
Hubo un hombre, mucho antes de que Jesús viniera a encarnar al hombre puro e inmaculado que representó, que se trata de Isaac. Este hombre enfrentó diversas circunstancias adversas y la tentación del pecado, pero escuchó y se dejó guiar por la Palabra que Dios cuando lo exhortó a no descender a Egipto, sino que fuera a Gerar, a la tierra que Él le mostró. El Señor sabía que el principal adversario de Isaac lo representaba él mismo con su actitud, y podía doblegarse a ir a Egipto. Aún así, Isaac, tenia un ideal, hacer realidad la promesa que Dios le había dado a su padre Abraham, de ahí que esa promesa lo motivó a perseverar aunque las cosas no salían como lo hubiera querido; los pastores de aquella tierra extraña a donde había ido por mandato del Señor, no le dejaban ni siquiera abrir los pozos de agua que su padre había conquistado mucho antes, pero perseveró, sembró en aquella tierra, y fue prosperado como nunca antes alguien lo había hecho. No solo eso, sino que tuvo el reconocimiento por parte de Abimelec, rey de aquella comarca, de que en él (Isaac) estaba el Dios bendito, lo reconoció como un embajador de Dios, como un bendito del Señor Altísimo.
Conclusión
Muchas personas de hoy día, no entienden su papel en el reino y se limitan como aquella mujer siro-fenicia que comía de las migas que caían de la mesa donde se alimentaba el Señor Jesús. Dios te ha llamado a ser una persona importante en su reino, un embajador de su reino, pero tienes que sobreponerte a las dificultades, tienes que estar convencido de que puedes caminar en la misma pureza de Jesús, que puedes decirle no al mundo y sus encantos facinerosos, como lo hizo el mismo Señor. Déjate guiar por el Espíritu Santo, si escuchas su voz, no endurezcas tu corazón como en el desierto, por el contrario que esa voz del Maestro sea tu guía eterna, lámpara a tus pies y lumbrera a tu camino, lucha por ese ideal sublime que el Señor te encomendó. Hay sueños en tu vida que nacieron del corazón de Dios para ti, y tú los dejaste dormir; despiértalos, persevera, sacude el polvo de tu calzado y corre las cortinas de tus habitaciones. No seas apocado(a), eres un embajador de Cristo y las puertas están abiertas, lucha por tus sueños y permite que seas reconocido como un bendito del Dios Altísimo, para gloria, honra y alabanza de su Santo Nombre; como un embajador de Cristo a fin de reconciliar al mundo con Él. Amén.

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