domingo, 20 de diciembre de 2015

Cuida Tus Heridas Abiertas

“MÉDICO, CÚRATE A TI MISMO” (Lucas 4:23)

¿Sabías que en el Antiguo Testamento un sacerdote no podía servir en la casa de Dios, si tenía alguna “costra”, una herida curada parcialmente, o una herida abierta? (Levítico 21:20). ¿Por qué? Porque cuando tienes alguna herida no pasas el control de calidad. O sea, no debes acercarte a los demás por si se tropiezan contigo y te quitan la venda protectora. No estás en plena forma porque el continuo dolor absorbe tus fuerzas. Tienes temor de hablar de tu herida por si la gente te rechaza, y eso te induce a llevar una máscara, tienes una doble vida y llegas a ser una persona insegura y controladora. Y lo peor de todo, al estar muy ocupado trabajando para Dios y preocupándote de los demás, piensas que no tienes tiempo para cuidar de ti mismo. La Biblia dice: “Médico, cúrate a ti mismo”. (Lucas 4:23).
¿Significa que las personas con algún “impedimento” no pueden trabajar para Dios? Claro que no, sino más bien lo contrario. Son precisamente los quebrantados los que llegan a ser expertos en curaciones. Pero primero tienes que tomarte tiempo para ser sanado. Jesús dijo que cuando un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo (Mateo 15:14). Es difícil hablar a otros de victoria cuando tú mismo vives derrotado. Es duro llevar sanidad emocional a otros, cuando tú todavía luchas con asuntos no resueltos de tu pasado. Cuando todavía estás sangrando, no puedes tratar los problemas de otros con la misma fe agresiva que tendrías si hubieras superado tu propio impedimento. ¿Es malo tener un corazón herido? No, pero es malo no ocuparse de él. Así pues, pasa tiempo con Dios y deja que Él te restaure plenamente, a fin de que pueda usarte para ministrar de forma más eficaz a los demás.

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