Al llegar a mis sesenta y... tantos años, leyendo la Biblia tropecé con este verso:
¡Setenta son los años que se nos conceden! Algunos incluso llegan a ochenta.
Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas; pronto desaparecen, y volamos. Salmos 90:10 Medité… reflexioné, y me dí cuenta que ya no tengo mucho tiempo. Ese mismo día me encontré con este escrito:
“Conté mis años, y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora…
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, deprisa, sin ninguna preocupación, pero cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables, en las que se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar a personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a manipuladores y ventajistas.
Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, solo los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
sin muchas golosinas en el paquete…
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, y reír de sus errores.
Que no se envanezca con sus triunfos,
que no se considere electa antes de hora,
y que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda, la dignidad humana.
Y que solo desee andar del lado de la verdad y la honradez.
Porque lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente que sepa llegar al corazón de las personas…
Gente a quien los golpes duros de la vida les enseñó a crecer con recados suaves en el alma.
Sí… tengo prisa por vivir con la intensidad que solo la madurez puede dar, pero no quiero desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan…
Porque estoy seguro que serán más exquisitas que las que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera, llegarás…”
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