lunes, 9 de noviembre de 2015

Caminando por la cuerda floja

“No temas, porque no serás avergonzada. No te turbes, porque no serás humillada. Olvidarás la vergüenza de tu juventud, y no recordarás más el oprobio de tu viudez. Porque el que te hizo es tu esposo; su nombre es el Señor Todopoderoso. Tu Redentor es el Santo de Israel; ¡Dios de toda la tierra es su nombre!”
(Isaías 54: 4-5 NVI)
Después de algún tiempo de amistad, 7 años y medio de un buen noviazgo y otros siete años y medio de un mal matrimonio, había sido inscrita en la asociación de suicidas frustrados, a causa de una decepción amorosa que abatía mi alma. Mi necedad y su pecado, llevaban al abismo los sueños mutuos construidos dentro de nuestro proyecto de vida como pareja y como familia.
Después de cuatro infidelidades comprobadas, faltas de respeto continuas, y la muerte sistemática y progresiva del amor que un día nos había unido, fortalecida en mi Dios, me declaraba sobreviviente del divorcio, anhelando otra oportunidad para retomar mi sueño de ser esposa y mamá, dentro del plan divino de Dios.
En un estado de soledad, profunda tristeza, humillada, despreciada y rechazada, con el corazón partido en mil pedazos y sin esperanza, me encontraba hace 11 años esperando que un milagro ocurriera en mi vida.
Recibí a mi Señor, y supe a través de la promesa contenida en Isaías 54, que jamás estaría sola, que mi anhelo de ser esposa era una realidad, porque allí estaba Él, ofreciéndome felicidad a cambio de depender únicamente de Él y no de un simple mortal.
El Señor prometió que no sería humillada ni avergonzada, y que habría de ser llamada a sentir su profundo amor y su compasión. Antes le había fallado a Dios, mi desobediencia y auto-bendición, hicieron que ignorara que sus planes eran más altos que los míos. Se habían generado eslabones de maldición para mí y mis hijas, a causa de mis actos faltos de sabiduría.
El  caso es que con el divorcio había quedado devastada, mi reflejo en el espejo era el de una mujer amargada, y totalmente hundida por el dolor. Aunque mis hijas, eran mi acicate, mi motivo para levantarme y nadar en contra de la corriente, hubo algo que jamás pensé iba a tener que vivir, pero que me dejó el mejor regalo que alguien haya podido dar, mi Amigo, mi Confidente fiel, mi Compañero de vida, Aquel que me dijo que nunca volvería a apartar su mirada de mí y que con su amor, restauraría mi existencia para que yo pudiera experimentar el amor verdadero, siendo salvada y rescatada de las tinieblas.
Dios es un Dios de infinitas oportunidades, que extiende su mano cuando caemos para sostenernos y levantarnos en victoria. Por fin pude superar mis miedos e inseguridades, adoptando una actitud de alabanza; repetía una y otra vez la canción “Sobreviviré de Lilly Goodman, cambié mi manera negativa de hablar con una sola frase “Estoy bien, pero voy a estar mejor”, y tomé la decisión de seguir hacia adelante con la ayuda del testimonio de un compañero de trabajo, antes de hacer una capacitación en la Compañía en la que trabajaba.
Eres un milagro, creación divina de Dios, y no son tus circunstancias las que definen tu futuro, sino la misericordia del Señor al perdonar tus pecados y permitirte dejar el pasado atrás, y tu valentía al avanzar sin importar la montaña que se te haya puesto en frente.
“Donde no hay esfuerzo no hay fortaleza, y de las pequeñas decisiones se obtienen las grandes victorias”.
“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”
(Juan 16:33 NVI)

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