jueves, 19 de noviembre de 2015

No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano

Es francamente agradable estudiar la historia de Moisés, y de manera especial, su experiencia vivida en el Monte Sinaí; es una de las más hermosas expresiones de amor entregada por Dios Creador a los hombres, cuya manifestación fueron las tablas de la Ley. En dichas tablas, escritas por “el dedo de Dios”, se expresa su voluntad para la humanidad. Se sabe que muchas naciones se inspiraron en las normas escritas en el Monte Sinaí, aplicándolas a sus propias leyes. La ley sirve para que se haga evidente el pecado del hombre. En esta oportunidad, vamos a tratar el segundo mandamiento.

diez mandamientosSe cuenta la siguiente historia que tiene que ver con un andinista, deseoso hasta la imprudencia, de ser el primero de su grupo en alcanzar la cima del Monte Aconcagua. Cuando se estableció el campamento base, el andinista decidió por sí mismo, emprender el asalto al monte sin sus compañeros. En la subida lo sorprendió el atardecer, y no se preparó para acampar. Casi sin darse cuenta se hizo de noche, y aun así, siguió adelante en su empeño por alcanzar la cima. A unos cien metros de ella, repentinamente cayó al vacío. Como era un experimentado andinista, había clavado estacas de seguridad, y casi fue partido en dos cuando la caída libre fue frenada por la cuerda, quedando suspendido en el aire en medio de una densa oscuridad. En esa situación clamó a Dios pidiendo ayuda para salvarse. “Corta la cuerda y te salvarás”, fue la respuesta de Dios. Hecho de día, el andinista fue encontrado muerto y congelado con sus manos agarrando fuertemente la cuerda, y a solo dos metros del suelo.

No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque Jehová no dará por inocente al que tome su nombre en vano. Deuteronomio 5:11. 
Por lo cual Dios le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra. Filipenses 2:9.10.
En estos últimos tiempos, resulta bastante normal usar el nombre de Dios en cualquier situación, sin temor alguno, y a veces, hasta cayendo en la irreverencia. El andinista era una de esas personas, y pagó muy caro el haber tomado el nombre de Dios en vano. El hijo y la hija de Dios han encontrado en el Nombre, una fuente inagotable de Gracia, una respuesta a sus oraciones más caras, y la certeza de que es suficiente en cualquier circunstancia. El Nombre se debe tratar con respeto, con temor, reverentemente, y rechazar usarlo cuando es utilizado vanamente. Vivimos días de mucho atrevimiento en relación al Señor, incluso se cae en lo chabacano y vulgar, y corresponde a los creyentes enaltecer el Nombre del Señor en todo tiempo y en todo lugar, y en cuanto dependa de ellos, no tolerar ni permitir abusos del precioso Nombre del Señor Jesucristo.


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