domingo, 11 de octubre de 2015

Noches efímeras

En esta madrugada tan densa pienso en las vidas que hoy están pasándola complicada. ¿Qué efecto tiene la oscuridad en nosotros? ¿Por qué la asociamos con dificultades? La noche “alarga el tiempo”, se vuelve eterna y trae consigo todos los temores propios de la incertidumbre de ser privados de la visión. En esa condición de ceguera, el oído se agudiza y amplifica cualquier ruido que la mente lo emparenta con nuestros más profundos temores. El crujido de las ramas, los sonidos inesperados… se disfrazan de maldad y alimentan la angustia. La noche es hora de incertidumbres… y en este contexto leo Isaías 9:1. Sin embargo, este tiempo de oscuridad y de desesperación no durará para siempre.
Quizá solo se deba interpretar como un detalle sin gran trascendencia, pero me alienta saber que hay un  límite para la oscuridad y la desesperación.
En la Antártida, como en el Ártico, hay noches que duran seis meses…, pero llega el día 181 y uno sabe que le queda poco a esa oscuridad que parece eterna. La noche más larga tiene fecha de vencimiento. En algún momento viene el día. “No habrá siempre oscuridad” dice la versión RVR 60.
Isaías está viendo la venida del Mesías a la tierra que entonces está siendo angustiada. Pasarán siglos pero un día se mudará a sus riberas el Hijo de Dios, y “el pueblo sumido en oscuridad verá una gran luz” Isaías 9;2. Serán siglos de transformación, siglos de sumisión, pasarán imperios, pero la oscuridad no durará para siempre.
Qué bueno es saber lo que declara el Salmo 30:5. El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría.
El reloj de la oscuridad está en cuenta regresiva. Hay un momento en que el dolor se va, que la prueba termina, que la tentación amaina, que el llanto se seca y que el sol sale. En la noche todos ellos parecen ser interminables… pero no habrá oscuridad para siempre.
Hoy le doy una orden a mi alma de que se aliente en esta verdad, luego… viene la respuesta a mi oración, viene la promesa demorada, viene el sueño no concretado, viene lo esperado durante tanto tiempo.
Centinela, ¿cuánto queda de la noche? Centinela, ¿cuánto falta para que amanezca?(Isaías 21:11).
¿Cuánto durará la noche? No lo sé… las hay más largas y más cortas… pero todas, tarde o temprano, terminan y viene el día. Viene el día para mi familia, para mis hijos, para mi ministerio, para mi economía, para mi salud, para mi iglesia, para mi nación… Viene el día, “no habrá para siempre oscuridad”.
El que mora en el secreto de Elyón pasa la noche a la sombra de Shadday, diciendo a Yahveh: ¡Mi refugio y fortaleza, mi Dios, en quien confío! (Salmo 91:1-2).
Es un día para recordar que todo está bajo el control divino… que cuando Él creó el mundo a la luz la llamó "día", y a las tinieblas, "noche". Y vino la noche, y llegó la mañana: ese fue el primer día (Génesis 1:5).
En la perspectiva humana el día termina con la noche, pero en la divina el día siempre termina con luz. Mi vida va a terminar con luz, mi esperanza no va a ser defraudada y mi fe será honrada. Hoy determino obedecer al Salmo 91: “No temerás al terror nocturno”… ¿Por qué? Porque no habrá para siempre oscuridad. Ya despunta mi día y me daré cuenta que no fue en vano la fe, la santidad, la fidelidad, la negación, la siembra… me daré cuenta de que hoy esta palabra vino para alentarme a seguir, porque lo mejor de mi vida está por delante.
Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! (Isaías 60:2).

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