domingo, 11 de octubre de 2015

Carácter cristiano

“La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos: traen alegría al corazón.” Salmo 19:7-8
Desde que el hombre existe, ha diseñado leyes o normas para poder vivir en sociedad. Cada grupo humano, tribu, pueblo o nación ha determinado cuales eran sus reglas de conducta social para poder tener cierto orden. Podrían o no estar de acuerdo con ellas, pero debían ser respetadas. Pero cuando las leyes las dicta alguien sin moral, la consecuencia es una ley sin moral.
Por eso la gran virtud que trajo el siglo veinte, fue la imposición de representantes del pueblo en la determinación de las leyes. Antes de eso, eran los reyes o monarcas o los nobles quienes definían las normas. Y solo les servían a ellos. Como desconocían o no les interesaba la realidad de las personas del pueblo, las ordenanzas siempre eran subjetivas.
En definitiva, las leyes hablan del carácter de quien las escribe. Y al releer este salmo, pude recordar el porqué de tantos mandamientos de la Biblia. Hay quienes piensan que ser cristiano es aburrido porque se vive con múltiples prohibiciones. Y que las leyes de Dios son coercitivas para la libertad individual, como si se viviera en un continuo “no se puede, está prohibido, no lo hagas”, cuando todos los demás seres humanos se divierten, y disfrutan de la vida.
David comprendió que las leyes de Dios son ajustadas a Su carácter, son estrictas, porque quien las escribió es Dios. Y a modo de ejemplo, dice que los mandamientos de Dios son perfectos, confiables y rectos, porque Dios es perfecto, confiable y recto. Las reglas que Él te pide que cumplas no son un capricho divino para hacerte infeliz. Constituyen un consejo de alguien perfecto, confiable y recto.
La obediencia a las reglas es un signo de madurez; el adolescente intenta romper las reglas que conoce para mostrar su rebeldía, consecuencia de su inmadurez y falta de criterio. El cristiano muchas veces actúa igual de inmaduro y rebelde. Intenta romper las leyes de Dios, pensando que su forma de hacer las cosas es más inteligente, divertida o mejor.
Y nos olvidamos que no podemos ser más inteligentes que Dios. No seas tonto, no seas inmaduro. Acepta las leyes de Dios. Su creador es el ser más sabio y amoroso de la eternidad. Y pensó en ellas para tu bien.


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