viernes, 4 de septiembre de 2015

¿Lo que voy a discutir es prescindible o imprescindible?

Debo preguntarme, “¿Vale la pena pelear por esto?” Peleamos por cosas por las que no vale la pena discutir, pero lo hacemos porque tenemos el hábito de la discusión, de la pelea. Pregúntate si vale la pena pelear con esa persona, que en algún momento elegiste en tu vida para hacer un proyecto maravilloso.
No debo hablar nunca así:
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  • no criticar: tenemos que aportar, la gente de fe propone soluciones.
  • no ordenar: el otro siempre se va a resistirse porque le estás tocando su libertad. No ataques a la persona sino al problema: “en lo que dijiste no estoy de acuerdo” y no “tú no sabes nada”.
  • no adivinar: “yo ya lo conozco” “no me saludó por esto”. Hay que preguntar.
  • no generalizar: “nunca, nadie y todos”, “nadie me entiende”, “toda mi vida es un calvario”, sino hablar específicamente: “esto me molestó”. Cuando hablamos es para lograr un resultado, si no es así tengo que cambiar mi manera de hablar.
  • No hay que discutir. Tampoco decir: “mañana a las 6.00 hablamos”, porque te genera ansiedad; trata de hablar un tema por vez.
Discutir es bueno en la pareja pero hay que preguntarse: ¿lo que voy a discutir es prescindible o imprescindible? Depende, tiene que ver con el nivel de maduración emocional que tengamos. Por ejemplo, el adolescente confunde deseo con necesidad. “Necesito unas zapatillas marca tal”, la necesidad es imprescindible y los deseos prescindibles.
-Nosotros podemos usar las discusiones y las diferencias en repetir nuestros males o transformarlos en crecimiento.
-Hay que cancelar la indiferencia en la pareja.
A veces, el buen amor termina transformándose en un mal amor por estas razones:
La desigualdad: uno se siente superior al otro, o uno dice: “el otro es mejor que yo”. Cuando hay desigualdad en la pareja, malo, no hay pareja. Aparece el sometimiento, el dominio, el otro queda debajo. Son dos personas que viven bajo un mismo techo pero no es una pareja porque hay desigualdad.
Se arman instituciones dentro de la pareja: es una costumbre que algunas parejas tienen, pero esa costumbre no se puede romper, por ejemplo: “todos los miércoles tenemos que ir a comer a casa de mis padres”, y si se arma lío es porque eso es una institución. Me quiero ir de vacaciones a otro lado, pero si lo digo “me apedrean”, también son instituciones.
Roles rígidos: Los matrimonios más positivos rechazan el molde de las expectativas que otros tienen sobre ellos. Por intensa que sea la presión, aprenderán a tomar sus propias decisiones: “viviremos conforme a nuestras propias opciones, y no nos dejaremos moldear por los deseos, las normas, los roles y expectativas que los demás desean imponernos”.
Construir solo: hay parejas cuyos integrantes construyen solos o solas. La mujer que tiene en su mente el objetivo de casarse, vive haciendo todo sola, porque es tal el deseo de casarse, que da por sentado que él quiere lo mismo que ella; y lo más probable es que se lleve una sorpresa cuando él le diga, que “todavía no es el momento”. El problema es que él o ella te habían dado las señales y no le prestaste la suficiente atención a lo que le estaba pasando.

Mejora tu aspecto emocional. Ser feliz en tu vida de pareja debe ser el desafío. No te des por vencido/a, toma nuevos retos, cree en ti y en la pareja a la que apostaste alguna vez. Una pareja no se sostiene con palabras o promesas sino con acciones. ¡Créele a las acciones y no a las palabras, porque a éstas se las lleva el viento!

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