miércoles, 23 de septiembre de 2015

Las barreras más comunes para el líder

Barreras relacionadas con la estructura ya creada
En algunas ocasiones, como líder, te encontrarás con barreras relacionadas con la propia estructura eclesial en la que trabajas. No siempre el liderazgo entenderá tu visión. Puede ser que a veces no te apoyen, aunque tampoco dificulten tu deseo de llevar a cabo una pastoral juvenil, en vez de seguir con las actividades juveniles de siempre. Pero también puede darse el caso de que el liderazgo adulto de la iglesia no apruebe tu visión y siga insistiendo en que "hagas las cosas como siempre se han hecho".
O es posible que te encuentres con una estructura de trabajo juvenil muy rígida, muy poco flexible. En ocasiones, según la denominación a la que pertenezcas, toda la estructura de trabajo con la juventud ya estará diseñada, y será la misma para todas las iglesias. Puede resultarte bastante difícil intentar aplicar un ministerio de pastoral juvenil con los nuevos procesos educativos, dentro una estructura carente de flexibilidad. Hay situaciones en que incluso los contenidos de los programas y los materiales son predeterminados por la denominación, y el trabajo del líder consiste en ser un mero administrador.
Barreras relacionadas con los jóvenes
Otras barreras pueden venir por parte de los mismos jóvenes. En ocasiones descubrirás que les falta la suficiente motivación como para llevar a cabo tus propuestas. Puede darse el caso de que su desmotivación no solo esté relacionada con su compromiso y participación en las actividades, sino que se extienda incluso, hasta en una propia dejadez en cuanto a cultivar su vida espiritual.
La falta de compromiso, barrera relacionada con la anterior pero diferente, es otra de las luchas que vamos a tener que enfrentar cuando intentemos llevar a cabo la pastoral juvenil. Será habitual encontrarnos con jóvenes que no están dispuestos a pagar el precio que exige buscar la madurez en Cristo. Su situación personal, sea la que fuere, les satisface y no sienten ni deseos, ni necesidad de cambio.
Barreras relacionadas con tus propias carencias
Otra clase de barreras está ligada a tus propias limitaciones. En ocasiones te faltará organización para llevar a cabo tus propósitos. Es posible que los tengas muy claros, sin embargo, si careces de una buena estrategia es bastante probable que no llegues a alcanzarlos. Recuerda que saber a dónde vas no es lo único que precisas; también es muy importante saber cómo llegarás, cuánto tiempo te tomará hacerlo, con qué recursos humanos y materiales precisas contar, y cosas como esas. El arte de planificar es algo que se puede y se debe aprender.
Vas a encontrarte con limitaciones, tanto de tiempo como de recursos. Es de esperar que ya hayas llegado a la conclusión de que la pastoral juvenil tiene que ver con mucho más que simplemente, organizar una reunión de jóvenes el viernes o el sábado por la tarde. También habrás notado que el trabajo educativo exige una gran cantidad de recursos humanos: líderes de grupos pequeños, mentores, coordinadores de un grupo grande, y de actividades de tiempo concreto y previamente concertado. Tú solo no puedes llevar a cabo todo el trabajo. Vas a necesitar un equipo y, en ocasiones, eso constituirá una barrera porque careces de él.
Otra barrera puede ser tu propia formación personal. Un líder no necesita que pase mucho tiempo para darse cuenta de que precisa una mejor formación. No tenemos todo el conocimiento; no dominamos todas las técnicas; no sabemos todas las respuestas. Demasiado a menudo descubrimos que la carga resulta excesivamente pesada para nuestras pobres espaldas, y nos sentimos incapaces de llevarla. Pero recuerda siempre que el proceso educativo propio es algo que dura toda la vida.
Tus pecados pueden constituir otra de las barreras con la que tengas que lidiar. El pecado interfiere en tu comunión con el Señor, y si persistes en no confesarlo, notarás que poco a poco vas perdiendo tu sensibilidad y discernimiento espiritual. Cuando esto sucede, ya no puedes juzgar ni valorar tus propias necesidades espirituales y, naturalmente, tampoco las de aquellos a los que se supone que debes ministrar.

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