lunes, 14 de septiembre de 2015

Déjate amar

¿Seré demasiado observadora?, o ¿es que siempre estoy demasiado atenta?, no lo sé pero el caso es que hay veces en que una sola frase me resuena el día entero. Es como si me la hubiesen dicho a mí, y bueno, la asumo como si así hubiese sido.
Tuve la oportunidad de asistir a una conferencia que trataba sobre la manera de amar que tienen los niños, desde el nacimiento hasta los 13 años aproximadamente. Se enfatizaba en lo importante que son los primeros años de vida en el desarrollo integral del niño o niña, y cómo las experiencias tempranas van definiendo o perfilando su vida, incluso la manera en que aman de adultos. Esto último me pareció extremadamente importante, ya que cuando nos encontramos en la vida adulta con “un otro” (otra persona) hay muchas cosas de su vida que desconocemos; más aún, cuando nos involucramos sentimentalmente con alguien, no sabemos cómo ha sido su temprana experiencia de amar, lo que podría ayudarnos a comprender el porqué hace, o no hace, una determinada acción o se comporta de tal manera.
Dentro de todo lo que escuché en la conferencia, me quedo con un concepto principal entre varias frases que señaló la expositora: “Para poder amar hay que reconocer que se está enamorado, y dejarse amar por el otro…dejarse enamorar”. Vamos a profundizar en lo potente de esta declaración.
Por una parte, me parece que la palabra RECONOCER ya lleva implícito valor y coraje. Se dice que el reconocer algo es parte de un proceso de reflexión interna, que más de un dolor de cabeza ha provocado, pero el RECONOCER que se está ENAMORADO, es aún más extraordinario. Cuando yo reconozco algo, lo hago visible para mí, y al hacerlo visible lo asumo como una realidad. Por lo tanto, si reconozco esta realidad me hago responsable de ella, y si necesitase cambiar algo lo haría. Por consiguiente, si estoy enamorado asumo una responsabilidad al respecto, un compromiso, y ya esta nueva visión implica un trabajo duro.
Por otra parte, y aquí me quiero detener, cuando la ponente declara que hay que “DEJARSE AMAR POR EL OTRO, DEJARSE ENAMORAR”, nos está diciendo que tiene que ver con un “permiso” que yo me doy. Muchas veces somos nosotros mismos los que nos atrapamos en estructuras ya creadas, nos encerramos en reglas, y coartamos nuestra libertad poniéndonos requisitos que nadie nos pide ni tampoco exige. Muchas veces somos nuestros propios verdugos. Es curioso, somos capaces de perdonar en otros grandes “faltas”, pero ese perdón pareciera no ser extensivo para nosotros mismos…
Dejarse amar por otros es uno de los tantos pasos en los que hay que avanzar para llegar hasta Jesús. Él sí que sabe de amor, y ese amor lo expresó amándonos a ti y a mí, y para que podamos experimentar ese genuino e incondicional amor ¡TENEMOS QUE DEJARLE AMARNOS! Su amor no será un amor que nos ahogue sino que nos traerá libertad; no será un amor que quiera todo de ti, sino que dará todo de SÍ para que tú te sientas completa/o…Para poder experimentar amor debes dejarte amar por las personas que te rodean. Si yo soy un puercoespín que levanta sus espinitas cada vez que alguien quiere acercarse a mí, no podré recibir el amor que otros me quieran entregar, y si me es difícil recibir el amor de seres de carne y hueso que puedo ver, tocar, sentir y oler ¿cómo voy a hacer para recibir el amor de alguien que no puedo ver, ni tocar, ni sentir, ni oler?

El inicio de la relación con Jesús es como una relación con la gente. Guarda tus espinas, abre tu corazón y PERMÍTETE recibir el amor de quienes te rodean; solo así podrás aprender a recibir, y disfrutar, el amor incondicional que encontramos en Cristo.

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