No es tan importante el talento o el éxito que tengamos como la necesidad, que todos tenemos, de una gran “dosis” de servidumbre. Ten cuidado al buscar el destino que Dios te ha asignado. No te centres mucho en lo que te gusta hacer y con ello desatiendas lo que te corresponde hacer. Cambiar unos pañales a las tres de la madrugada no es excitante, como tampoco lo es limpiar el garaje. Visitar a alguien que está enfermo no es algo que te apetezca normalmente, y no obstante, los enfermos necesitan cuidados, los garajes limpieza y los niños pañales limpios.
Jesús vino al mundo a servir. Nosotros deberíamos ir a nuestros trabajos, a nuestros hogares y a nuestras iglesias para servir. La servidumbre no requiere unas habilidades exclusivas o un titulo académico. Observemos lo siguiente:
(1) Servir es amar a los marginados.
“Jesús” está sentado en tu clase mal vestido, con unas enormes gafas y con una cara inmensamente triste. La has visto… trabaja en tu oficina; ella está embarazada de nuevo, llega tarde y cansada, nadie conoce al padre, los rumores apuntan a que ni ella misma lo conoce, y la has visto… Cuando amas a los marginados y te haces amigo de los que sufren, amas a Jesús. “…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis” (Mateo 25:40b).
(2) Servir es ondear la bandera blanca.
Hay tantas luchas... ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?, preguntó Santiago, “¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Santiago 4:1). Los verdaderos servidores no luchan, se someten.
(3) Servir es hacer todos los días algo que no te gusta.
Recoge la basura de alguien. Ofrece tu plaza de aparcamiento. Llama a ese pariente parlanchín. No tiene que ser algo grande. Helen dijo una vez que cuando era joven, deseaba hacer grandes cosas pero no pudo, por lo que decidió hacer cosas pequeñas a lo grande. No seas demasiado “grande” como para hacer algo pequeño. “…creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).
No hay comentarios:
Publicar un comentario