No es tan importante el talento o el éxito que tengamos como la necesidad, que todos tenemos, de una gran “dosis” de servidumbre. Ten cuidado al buscar el destino que Dios te ha asignado. No te centres mucho en lo que te gusta hacer y con ello desatiendas lo que te corresponde hacer. Cambiar unos pañales a las tres de la madrugada no es excitante, como tampoco lo es limpiar el garaje. Visitar a alguien que está enfermo no es algo que te apetezca normalmente, y no obstante, los enfermos necesitan cuidados, los garajes limpieza y los niños pañales limpios.
Max Lucado (escritor cristiano y ministro-predicador) escribió: “El mundo necesita servidores, gente como Jesús que vino no a ser servido sino a servir. Él escogió el remoto Nazaret a la céntrica Jerusalén, el taller de carpintería de su padre a un palacio de mármol, y tres décadas de anonimato a una vida de popularidad. Prefirió la oración al sueño, apóstoles imperfectos a ángeles obedientes. Yo hubiera preferido a los ángeles. Jesús no; Él eligió a las personas. Cuando temieron a la tormenta, Él la calmó. Cuando no tenían dinero para pagar los impuestos, Él lo proveyó. Permitió que una mujer sorprendida en adulterio interrumpiera su sermón, una mujer enferma su itinerario y otra con remordimientos de conciencia la comida. Aunque ninguno de los apóstoles le lavó los pies, Él se los lavó a ellos. Aunque ninguno de los soldados alrededor de la cruz le pidió perdón, Él los perdonó. Y aunque aquel jueves “salieron pitando” sus seguidores como conejos asustados, Él vino a buscarlos el Domingo de Resurrección. El Rey resucitado ascendió al Cielo solo después que hubo pasado cuarenta días con sus amigos, enseñándolos, animándolos y sirviéndolos”. Pedro escribió: “…sumisos unos a otros, revestíos de humildad…” (1 Pedro 5:5b). De manera que, ¿a quién sirves?
Jesús vino al mundo a servir. Nosotros deberíamos ir a nuestros trabajos, a nuestros hogares y a nuestras iglesias para servir. La servidumbre no requiere unas habilidades exclusivas o un titulo académico. Observemos lo siguiente:
(1) Servir es amar a los marginados.
“Jesús” está sentado en tu clase mal vestido, con unas enormes gafas y con una cara inmensamente triste. La has visto… trabaja en tu oficina; ella está embarazada de nuevo, llega tarde y cansada, nadie conoce al padre, los rumores apuntan a que ni ella misma lo conoce, y la has visto… Cuando amas a los marginados y te haces amigo de los que sufren, amas a Jesús. “…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis” (Mateo 25:40b).
(2) Servir es ondear la bandera blanca.
Hay tantas luchas... ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?, preguntó Santiago, “¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Santiago 4:1). Los verdaderos servidores no luchan, se someten.
(3) Servir es hacer todos los días algo que no te gusta.
Recoge la basura de alguien. Ofrece tu plaza de aparcamiento. Llama a ese pariente parlanchín. No tiene que ser algo grande. Helen dijo una vez que cuando era joven, deseaba hacer grandes cosas pero no pudo, por lo que decidió hacer cosas pequeñas a lo grande. No seas demasiado “grande” como para hacer algo pequeño. “…creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).
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