Siempre me habían dicho que cada uno es responsable de lo que conoce, y hoy más que nunca creo que es así. Cuando sabemos, como cristianos, que algo le sucede a alguien que conocemos, o cuando alguien nos cuenta algo ya somos responsables de lo que nos cuenta, no en el sentido de resolverlo, pero sí de orar por ello.
Y bueno, lo mismo me pasó este fin de semana. Mi esposo tiene una fuerte misión, y su pasión por este llamado es una de las razones que hizo que me enamorara de él. Este fin de semana tuvimos largas conversaciones sobre este llamado, sus consecuencias y los desafíos que, tanto para él como para mí, tiene el que Dios nos haya escogido para esto, porque de ninguna manera creo que hayamos sido nosotros los que lo escogimos…sabemos que no funciona así. Dentro de las conversaciones que tuvimos, mi esposo me mostró unos vídeos, realmente impactantes, sobre lo que ocurre en otras naciones, y la vida que han tenido algunos misioneros que se han encargado de propagar el evangelio, siendo perseguidos casi como en los tiempos del uso de las hogueras, solo por nombrar el nombre de Jesús. La realidad fue tan impactante para mí, que por momentos sentí muchísima rabia, tristeza y dolor en mi corazón, pero lo que más sentí fue incomodidad al percibir cómo el Espíritu Santo me preguntaba qué estaba haciendo yo al respecto, y qué es lo que haría ahora que lo sabía. Ya me había hecho responsable de esta realidad en el momento de darle al play del primer vídeo. Y si bien hoy no puedo partir así como así a otro continente, sí puedo ofrecer mi interés, mi difusión y mi oración por aquellas personas que están cumpliendo con la gran comisión que Dios nos dejó a todos en Su Palabra; aunque eso no sea suficiente, de momento será mi manera de responder responsablemente sobre esto que ya sé.
Estoy segura que cerca de tu casa, en tu ciudad o en tu país hay determinadas problemáticas que se han convertido en flagelos de la sociedad, y que afectan a cientos, si no a miles de personas. Sobre esta realidad, ponte en acción, busca un lugar, un momento o una oportunidad de aportar en algo en lo que sientas que eres bueno o tienes facilidad. Tal vez no tengas la posibilidad directa de hacer algo, pero sí puedes orar por aquellos que están en el campo de batalla, o aportar con recursos a alguna institución que trabaje en pro de una causa que te afecte de verdad. No sé cómo ni dónde, y la idea tampoco es hacerlo por hacerlo, pero busca algo por lo cual responsabilizarte y hacerte cargo, ya sea “con las manos en la masa” o “con las manos en el bolsillo”, pero comienza a hacer algo.
Estoy segura que cerca de tu casa, en tu ciudad o en tu país hay determinadas problemáticas que se han convertido en flagelos de la sociedad, y que afectan a cientos, si no a miles de personas. Sobre esta realidad, ponte en acción, busca un lugar, un momento o una oportunidad de aportar en algo en lo que sientas que eres bueno o tienes facilidad. Tal vez no tengas la posibilidad directa de hacer algo, pero sí puedes orar por aquellos que están en el campo de batalla, o aportar con recursos a alguna institución que trabaje en pro de una causa que te afecte de verdad. No sé cómo ni dónde, y la idea tampoco es hacerlo por hacerlo, pero busca algo por lo cual responsabilizarte y hacerte cargo, ya sea “con las manos en la masa” o “con las manos en el bolsillo”, pero comienza a hacer algo.
Diariamente buscamos alimento para nuestro espíritu y mensajes de aliento que nos inspiren para continuar. Pero afuera, en el mundo real, hay gente sedienta en su espíritu, hay gente con necesidad de ser inspirada por alguien porque sus vidas han perdido sentido. Alimentémonos y nutrámonos con la Palabra de Dios, pero también seamos activos en compartirla con quien tiene necesidad. Impacta pensar que un tercio de la población mundial NUNCA ha oído hablar de Cristo, porque NUNCA han conocido a alguien que les hable de Él. Incomodémonos un poquito y movilicémonos hacia quienes tenemos alrededor, y hasta donde nuestro brazo alcance, para comenzar a anunciar aquello que portamos y que se hace cada día más grande en nuestro interior; solo así podremos ser parte de este tremendo “equipo” y movimiento que, por ahora, se lleva la parte más pesada del trabajo que nos compete a todos. Y mantén vivo siempre este pensamiento: “Dios vive en mí para que pueda vivir en ti”.
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