Un carácter formado a semejanza divina es el único tesoro verdadero que podemos llevar de este mundo al venidero. Los que en este mundo andan de acuerdo con las instrucciones de Cristo, llevarán consigo a las mansiones celestiales todas las adquisiciones divinas. Y en el cielo mejoraremos continuamente.
La capacidad mental y el genio no son el carácter, porque a menudo, también son posesión de quienes tienen justamente lo opuesto a lo que es un buen carácter. La reputación o fama tampoco es el carácter. Sin embargo, el proceder íntegro, marca de ese carácter, sí es una cualidad del alma que se manifiesta en la conducta.
Un buen carácter es un capital de más valor que el oro o la plata. No lo afectan seriamente las crisis ni los fracasos, y en aquel día en que serán barridas las posesiones terrenales, os producirá ricos dividendos. La integridad, la firmeza y la perseverancia son cualidades que todos deben procurar cultivar fervorosamente, porque invisten a su poseedor de un poder irresistible, un poder que lo hará fuerte para hacer el bien, fuerte para resistir el mal y para soportar la adversidad.
La fuerza de carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio propio. Muchos jóvenes consideran, equivocadamente, la pasión fuerte y sin control como fuerza de carácter; pero la verdad es que el dominado por sus pasiones es un hombre de carácter débil. La verdadera grandeza y nobleza del hombre se miden por su poder de subyugar sus sentimientos, y no al revés, por el poder que tienen sus sentimientos de subyugarlo a él. El hombre fuerte es aquel que, aunque sensible al maltrato, refrena sin embargo, la pasión y perdona a sus enemigos.
Si se considerara tan importante que los jóvenes poseyeran un carácter hermoso y una disposición amistosa, de la misma forma que se estima importante que imiten las modas del mundo en el vestir y en el comportarse, veríamos a cientos, donde hoy vemos a uno, que suben al escenario de la vida activa preparados para ejercer una influencia ennoblecedora sobre la sociedad.
La capacidad mental y el genio no son el carácter, porque a menudo, también son posesión de quienes tienen justamente lo opuesto a lo que es un buen carácter. La reputación o fama tampoco es el carácter. Sin embargo, el proceder íntegro, marca de ese carácter, sí es una cualidad del alma que se manifiesta en la conducta.
Un buen carácter es un capital de más valor que el oro o la plata. No lo afectan seriamente las crisis ni los fracasos, y en aquel día en que serán barridas las posesiones terrenales, os producirá ricos dividendos. La integridad, la firmeza y la perseverancia son cualidades que todos deben procurar cultivar fervorosamente, porque invisten a su poseedor de un poder irresistible, un poder que lo hará fuerte para hacer el bien, fuerte para resistir el mal y para soportar la adversidad.
La fuerza de carácter consiste en dos cosas: la fuerza de voluntad y el dominio propio. Muchos jóvenes consideran, equivocadamente, la pasión fuerte y sin control como fuerza de carácter; pero la verdad es que el dominado por sus pasiones es un hombre de carácter débil. La verdadera grandeza y nobleza del hombre se miden por su poder de subyugar sus sentimientos, y no al revés, por el poder que tienen sus sentimientos de subyugarlo a él. El hombre fuerte es aquel que, aunque sensible al maltrato, refrena sin embargo, la pasión y perdona a sus enemigos.
Si se considerara tan importante que los jóvenes poseyeran un carácter hermoso y una disposición amistosa, de la misma forma que se estima importante que imiten las modas del mundo en el vestir y en el comportarse, veríamos a cientos, donde hoy vemos a uno, que suben al escenario de la vida activa preparados para ejercer una influencia ennoblecedora sobre la sociedad.
amen,,,
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