La vida y la palabra de Dios son una y la misma esencia. En cambio, las palabras que pronunciamos nosotros son palabras recibidas de otros.
Lectura Bíblica Juan 1:1-14
Meditemos, por un instante, en el significado de la palabra "verbo" (que significa palabra por sí misma) o "logos", según el griego. Es por medio de palabras como logramos situarnos en la vida para la cual fuimos creados. Somos seres llamados a tener comunión con nuestros semejantes y con el Creador. Las palabras nos ofrecen la oportunidad de darnos a conocer y de que otros nos conozcan, de manera que se rompa la ordenación que impone el pecado. Las palabras son el puente por el cual conseguimos acortar la distancia que nos separa a unos de otros.
Esta palabra reprende, corrige, limpia, purifica, y orienta, pues es viva y eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos.
Esta palabra es indispensable, pues la vida misma está contenida en ella. Sin ella los hombres estamos condenados a transitar por este mundo sin destino alguno, llevados y seducidos por todas las palabras que no son más que una pobre imitación de esta santa palabra. Esta palabra reprende, corrige, limpia, purifica, y orienta, pues es viva y eficaz y más cortante que cualquier espada de dos filos: penetra hasta dividir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4.12).
En el comienzo de la aventura de caminar con Jesús nos resulta provechoso, entonces, adoptar, como si fuese nuestra, la afirmación de Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (Juan 6.68). Que Dios, en su bondad, nos conceda ir más allá de las palabras para arribar a los pies de la Palabra. ¡En Él está la vida que tan desesperadamente anhelamos!
Señor, crea en nosotros hambre y sed por la palabra que vivifica.
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