“…LA SANGRE DE CRISTO… LIMPIARÁ VUESTRAS CONCIENCIAS…” (Hebreos 9:14)
El Señor planeó la sangre para dar oxígeno y nutrición a tus células; sin ella, tus extremidades y órganos morirían. Las células blancas están cualificadas de una manera única, para actuar como un ejército que ataca a las bacterias dañinas que de otro modo, podrían matarte. Y tu cuerpo sirve como ejemplo para la función de la sangre de Jesús en la congregación, que es su cuerpo. Pablo dijo: “…así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Romanos 12:4-5). Independientemente de nuestra ética, madurez o “categoría”, todos necesitamos el poder de la sangre que quita el pecado y nos da vida, y sin ella no tendríamos ninguna prueba de que somos hijos de Dios. Tal y como un médico puede sacarte sangre para comprobar quién es tu padre terrenal, la sangre de Jesús nos hace hijos y herederos, herederos de Dios por medio de Cristo (Gálatas 4:7). ¡Fuerza, nutrición, toda promesa y bendición fluyen hoy hacia nosotros por medio de la sangre de Jesús! Y Satanás lo odia, porque ella no sólo nos redime, sino que “…limpia nuestras conciencias… para que sirvamos al Dios vivo…” (Hebreos 9:14). Un docente seguidor de Cristo escribió:
“Hemos menguado la enseñanza sobre la Sangre… Hemos aprendido acerca del Espíritu, pero hemos fallado a la hora de impartir enseñanza con respecto a la Sangre. Por consiguiente, hemos producido una generación de creyentes que tienen poder por medio del Espíritu pero no se sienten perdonados… Están ejerciendo los dones espirituales pero están viviendo con culpabilidad… Es preciso que se predique enfatizando la Sangre, porque sin ella no tenemos vida. Así que, acentuemos su poder, porque “…sin derramamiento de sangre no hay remisión” (Hebreos 9:22).
“…SOIS… CONCIUDADANOS…” (Efesios 2:19)
¿Alguna vez te fijaste en que cuando alguien peca o se queda corto en algún área con la cual nosotros nos relacionamos, somos muy rápidos para dar gracias porque la sangre de Jesús nos limpia de todos nuestros pecados? Si resulta que aquella persona falla en un área en la cuál nos sentimos fuertes, a menudo nuestra primera inclinación es creernos moralmente superiores y querer negar el poder purificador de la Sangre.
El pecado nos afecta a cada uno de nosotros de distintas maneras, según nuestra educación y disposición. Pero independientemente de los síntomas, es la misma“enfermedad” y solo hay un remedio: la sangre de Jesús. Sin ella, todos tenemos problemas, da igual si somos negros, blancos, ricos, pobres, homosexuales, heterosexuales, drogadictos o alcohólicos. La sangre de Jesús es lo único que hace posible el perdón y un “borrón y cuenta nueva”; no importa lo que hayamos hecho. La Biblia dice que Jesús te creó “…un… nuevo hombre, haciendo la paz…” (Efesios 2:15:16), para …mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y… por medio de Él los unos y los otros tenemos entrada… Por eso, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados…, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (versículos 17-20).
No pienses, ni siquiera un segundo, que tú tienes un acceso ilimitado a la misericordia y al perdón del Señor, para luego negar el mismo acceso a tu hermano/a en Cristo. La Biblia dice: “…si alguno es sorprendido en alguna falta,… restauradlo con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo…” (Gálatas 6:1). ¿Por qué? Porque “…no sea que tú también seas tentado” (versículo 1b). En otras palabras, no “quemes el puente” que tal vez tengas que usar algún día. Si hoy estás albergando en secreto una actitud intransigente acerca de los fracasos de alguien, arrepiéntete y permite que la sangre de Jesús te limpie de este pecado.
No pienses, ni siquiera un segundo, que tú tienes un acceso ilimitado a la misericordia y al perdón del Señor, para luego negar el mismo acceso a tu hermano/a en Cristo. La Biblia dice: “…si alguno es sorprendido en alguna falta,… restauradlo con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo…” (Gálatas 6:1). ¿Por qué? Porque “…no sea que tú también seas tentado” (versículo 1b). En otras palabras, no “quemes el puente” que tal vez tengas que usar algún día. Si hoy estás albergando en secreto una actitud intransigente acerca de los fracasos de alguien, arrepiéntete y permite que la sangre de Jesús te limpie de este pecado.
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