Alguna gente sigue siendo igual de inconsecuente, no aprenden de sus errores ni les interesa corregir su presente. Pero he resuelto mantenerme firme y no permitir que la maldad se apoderé de mí. No actuaré impulsado por como actúen los demás, sino de acuerdo a mi conciencia y convicciones.
Mi rostro tal vez se vea igual, pero lo que yo siento dentro de mí es muy diferente. Me da fuerzas y me alienta, siento que puedo sonreír, y sin importar las situaciones, soy yo misma. Aún sin alas estoy volando, y en medio de mi desierto veo un manantial. Aunque hay piedras en el camino, pero si tropiezo con una de ellas trato de aprender y volverme a levantar.
Hay voces que intentan hacerme detener, pero no escucho ni presto atención porque voy enfocada hacia la meta. Allí me esperan aquellos que procuran siempre ver lo mejor de mí, que me estimulan a buscar lo óptimo y que me aman tal cual soy. Pero sobre todo, escucho la voz de quien más me ama, el que me ha dado la vida y desea llevarme siempre hacia metas más altas y mejores; quién si no, mi Dios y Salvador.
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