viernes, 31 de julio de 2015

No dejes que nadie te envenene

Cuando Dios formó al hombre lo hizo del barro y le sopló vida. ¿Qué es la vida que tenemos? Nuestro espíritu; nuestro espíritu es nuestro yo verdadero. Todo lo que está fuera de ese espíritu son las voces que se nos fueron anexando y que las fuimos guardando, que las fuimos incorporando, y que ahora son nuestra voz pero que no somos nosotros. Yo soy mi espíritu, no las voces que vienen a mi mente. Cuando una persona agarra esas voces, y las pone afuera de sí y las desactiva, puede decir: “yo soy la imagen de Dios, ese es mi verdadero ser”.
Estando en Jericó los hombres de la ciudad le dijeron a Eliseo: “el lugar donde está colocada esta ciudad es bueno, pero las aguas son malas y la tierra es estéril”. Entonces Eliseo pidió que se le trajera una vasija nueva y que pusieran en ella sal.
que no te envenenen
La sal representaba las promesas, y el agua envenenada representa a la gente mala.
El lugar no era malo, la gente era el problema (la casa es buena pero los que la habitan están mal), por eso necesitaba “vasijas nuevas”; gente renovada en la fe. Cuando se sanó Jericó, la ciudad entera fue sanada. 
Una sola vasija, (tú), puede usar la palabra de Dios sobre la gente, y ésta será sanada.
Y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de Eliseo, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube! Y mirando él atrás los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte y despedazaron de ellos, a cuarenta y dos muchachos. De allí fue al monte Carmelo, y de allí volvió a Samaria”.
Pelado, se les decía a los leprosos. Inducido por ellos, (el diablo te ataca la estima): el agravio le afectaba a sus pensamientos; “Sube pelado, sube”; la gente se va a burlar de tu fe. Eliseo “canceló esa burla”, secó esas palabras. ¿Qué es lo que tenemos que cancelar?: la pobreza, la enfermedad, las deudas. Para ello debemos decir: “a mí nadie me va a envenenar, yo cancelo ese desprecio, yo soy ungido por el Espíritu Santo para hacer cosas grandes para Dios”, lo que es maldecir lo malo.
Muchas personas desperdician a diario, minutos y horas de su tiempo tratando de descalificar a todos aquellos que se encuentran a su alrededor. Parece que disfrutan al menospreciar y rebajar a los demás, sea cual fuere la tarea que éstos estén realizando o el vínculo que tengan con las víctimas.
De hecho, el descalificador tiene como objetivo controlar y rebajar nuestra autoestima, hacernos sentir que no somos “nada” ante los demás, para que de esta forma, él pueda brillar y ser el centro del universo.
Si haces algo, el descalificador te criticará por accionar, y si no accionas, te juzgará por no hacerlo. Son seres que proyectan en los otros, todas las frustraciones e inseguridades que no les permitieron crecer ni desarrollar su potencial y sus sueños.
No te centres en las personas, céntrate en los objetivos. No pretendas evaluar ni entender a nadie. Tu objetivo no es comprender ni justificar las actitudes de los otros, sino las tuyas, lograr la visión correcta necesaria y seguir hacia la meta.
Si te mueves bajo la unción del Espíritu Santo, te mueves rápido, vuelves al lugar donde no pasó nada, llevas la sal de la palabra y haces declaraciones de fe porque eres una vasija nueva. Jesús estuvo por cada una de aquellas ciudades e hizo algo allí.
Eliseo iba a la casa de Dios. Y el diablo le mandó a cuarenta y dos violentos. 
Cada vez que vamos a la casa de Dios viene un enviado del diablo. De cada doce personas hay un Judas, hay un espino, un escorpión. De cada doce uno te va a traicionar pero hay once que te aman; nunca te concentres en el Judas que te traicionó, sino en los once que te quieren.

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