viernes, 31 de julio de 2015

La Perla Preciosa

También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. Mateo 13:45-46.

Solemos apreciar una cosa según lo que nos costó. 
Asimismo, Cristo aprecia a la Iglesia por lo que le costó poseerla. Él “amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”, pagando así un altísimo precio, todo lo que tenía. Renunció a todo: a su lugar, su paz, su gloria, todos sus derechos como Hijo de Dios y, sobre todo, se dio a sí mismo.No podía dar más que su vida, no podía hacer más ni soportar más. Su amor fue puesto a prueba al máximo, pero Él permaneció como una roca. “Las muchas aguas no podrán apagar el amor” (Cantar de los Cantares 8:7).
Pero para nosotros existe otra manera de evaluar una cosa que por su precio. Podemos estimarla por lo que, según nuestro parecer, es en sí misma.
Así ocurrió con Jesús, cuyo corazón pensó en la Iglesia desde la eternidad. Para Él, ella era la perla preciosa que su corazón deseaba. Vendió todo lo que tenía para poseerla.
Él apreció el valor de esa perla antes de comprarla. Quería poseerla cualquiera que fuera su precio. ¡Cuán maravilloso amor! Él vio algo hermoso en aquellos que estaban en sus pecados y habían caído en la pobreza moral y la indignidad. Parece demasiado maravilloso para ser verdad, sin embargo así es, pues la Palabra de Dios lo afirma: “Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros” (Efesios 5:2). En Proverbios 8:31 se dice: “Mis delicias son con los hijos de los hombres”.

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