jueves, 2 de julio de 2015

Alabanza coherente

"No toquéis, dijo, a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas." (Salmo 105:15)

En este salmo el salmista hace un balance de la historia de Israel y alaba al Señor por ello; es importante e imprescindible alabar al Altísimo por lo que nos ha permitido vivir, no como un ejercicio de añoranza sino de agradecimiento; dice el proverbio castellano que "es de bien nacidos ser agradecidos".
Ahora bien, la alabanza no es un acto espiritual espontáneo en una vida carnal, sino el resultado, permanente, de una trayectoria de vida. ¡Con qué poco podemos difamar a un siervo del Señor! ¡Qué sencillo es "perjudicar" a un ungido del Señor y luego seguir como si nada hubiese ocurrido! Un creyente que habla mal contra un siervo de Dios, es un cristiano que tiene asegurada que su alabanza será escuchada solo por él mismo y por los que le aplauden, pero tiene la misma seguridad de que el Señor no le escuchará sino que le castigará.
Tomar de los símbolos del pan y el vino no es solamente una evidencia de que estamos bautizados, sino la exteriorización de que nuestra lengua está controlada por el poder del Espíritu Santo, y esta fuerza divina nos impide "tocar" de forma "cristiana", a aquellos que están sirviendo al Señor, sea a tiempo completo o a tiempo parcial.
Es interesante observar que el pasaje usa el pasado pero la frase está en tiempo presente. Tengamos cuidado, pues, en no fiarnos de lo que sucedió tiempo atrás y nos olvidemos del momento presente.
Si una persona es ungida y atentamos de alguna forma contra ella, tengamos por cierto que el Señor recordará perfectamente toda palabra que salga de nuestra boca. Si la persona no es realmente ungida, dejemos que sea el Altísimo quien lo juzgue y no nosotros; de esa manera dejaremos que el Señor cumpla sus sentencias y nuestra paciencia crecerá.


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