domingo, 7 de junio de 2015

Zona de seguridad

Ayer estábamos con un amigo mío trabajando, y su móvil comenzó a hacer un ruido muy extraño, como el de la sirena de un coche de bomberos; cuando mirabas el móvil decía: “Alerta Presidencial”. Ustedes comprenderán que ante esto, las conjeturas que surgieron fueron diversas. Lo primero que pensamos fue que era un virus o un fallo del sistema operativo del teléfono. Sonó unas seis o siete veces hasta que mi colega decidió llamar a servicio al cliente para saber lo que ocurría. La operadora le comunicó que era una prueba que el gobierno estaba realizando, para saber dar las alertas de tsunami a través de mensajes al móvil, en caso de que nos viéramos afectados por él.
Cuando nos dieron esta respuesta, comenzamos a pensar cuál era la zona segura a la que nos deberíamos dirigir en caso de que la alerta fuera real y cuánto tardaríamos en ello, los efectos que tendría en los niños y niñas con quienes trabajamos una noticia así, y las ganas de correr a nuestro hogar que nos entrarían. En fin, nos percatábamos que ese lugar era seguro aunque solo físicamente, puesto que nuestros corazones aún así estarían inquietos.
¡Oye!, conozco un lugar seguro en donde hay paz física y mental, un lugar en el que te puedes refugiar y nunca más sentirás esa sensación de indefensión o vulnerabilidad. Este lugar no requiere de mucho desplazamiento por tu parte ni de mucha energía, por el contrario, solo necesita que te dejes proteger y cobijar. Este lugar son los brazos de Jesús.
En un mundo donde todo es incertidumbre, en un país totalmente inestable, tener un lugar seguro no deja de ser vital y trascendente. Pensar en adquirir un búnker y un buen seguro de vida parece ser la práctica más eficiente para quienes no tienen otro lugar seguro, pero está claro que los brazos de Jesús son el mejor búnker y el mejor antisísmico que podamos adquirir, y lo mejor de todo es que nosotros no lo compramos; Él mismo lo compró y nos lo ofrece para que podamos vivir tranquilos. Como buen judío, Jesús fue un GRAN comerciante y negociador.
Los brazos de Jesús te ofrecen tranquilidad en la tormenta, suelo firme en el terremoto de tu vida y una tierra seca en el tsunami de tus decisiones. Te ofrecen también la posibilidad de quererlo o no; no es como el cargo obligatorio de una tarjeta de crédito o de una tienda comercial en que nadie te pregunta si quieres comprar o no. Jesús no es así, Él no te obliga a nada, Él sólo despliega sus acogedores brazos y te invita a acercarte; es más, te invita a acercarte para que veas si Su abrazo te gusta o no, si te acomoda o no, y si no te acomoda, te espera hasta que lo quieras recibir; y si vuelves, no te pregunta ni reprocha nada. Ese es Jesús, no el personaje mítico de pelo largo y ojos claros que sale en las películas de semana santa. Ni el mago que con su dedo poderoso, manda rayos del cielo para que te castigue cuando te equivocas. Ese no es Jesús, ese es el que la religión ha querido que tú creas que es para mantenerte cautivo por el terror.

Jesús no aplica la cultura del terror, Él envía señales de alerta como la que llegaba al móvil de mi amigo, pero adicionalmente, te entrega la zona segura para que te puedas cobijar del temor que te pueda producir la noticia. Él no tira la piedra y esconde la mano, como dice el dicho popular. Él ni tira la piedra ni esconde la mano, Él detiene las piedras con Sus propias manos para que las piedras pasen a través de Sus heridas. Ése es Jesús, esa es mi zona de seguridad.

 

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