“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Santiago 2:19
Tiemblan, porque lo conocen, saben de su poder, saben que es el Creador de todo y saben de su ira. Y saben que también nosotros los cristianos sabemos todas esas cosas y no temblamos; hasta lo consideramos normal.
Cuando Dios hablaba con Moisés, el pueblo temblaba y no quería estar cerca, al saber de la santidad y poder de un Dios tan grande.
Cuando Jesús se transfiguró, y se le aparecieron Moisés y Elías, los discípulos que acompañaban a Jesús, se postraron y tuvieron un gran temor. Siempre que la gloria de Dios apareció, hubo temor; porque la pecaminosidad de la carne no resiste a la santidad de Dios, y así debe ser el verdadero cristiano.

Cada uno tendrá una repuesta sincera, no excusa porque la excusa es pecaminosa, pero un gran porcentaje de los cristianos en el mundo de hoy, ni tiembla, ni teme a Dios; y es importante no solo para el cristiano en sí, sino mucho más para los líderes y pastores, porque su congregación será lo que ellos son.
Hoy se escuchan quejas de que el cristianismo no progresa, que no produce frutos, ni siquiera se acerca a aquel cristianismo relatado en el libro de los Hechos, y ¿cuál es la diferencia?, somos hombres y mujeres iguales a aquellos pioneros, y tenemos muchas más posibilidades tecnológicas de conocer a Dios y su poder; además, Dios sigue siendo el mismo ayer que hoy y que siempre, y sigue realizando milagros; pero sigue faltando algo.
Hoy, en una campaña evangelista, el 90 por ciento de los asistentes son cristianos de iglesias convertidos o convencidos, y solo un 10 por ciento no conocen el Camino. De ese 10%, el 1 por ciento puede ser que se agregue a la iglesia; ¡qué lejos de aquellos 3.000 que se agregaron después de la predicación de Pedro! Hoy falta temor de Dios, pero temor, no miedo a Dios, ese temor que tiene amor, reconocimiento de un Dios soberano con control y soberanía sobre nuestras vidas, que sabe lo que hacemos, lo que pensamos, y que tiene un plan para nuestras vidas preestablecido que nos lleva a la vida eterna.
Parece que no reconocemos a un Dios lento para la ira y grande en misericordia, un Dios que no da importancia a nuestra frialdad o falta de respeto hacia Él, y que por su misericordia sigue tratando con nosotros, respondiendo a nuestras oraciones y realizando milagros,... Y nos creemos grandes cristianos; hay veces que hasta muy livianamente oramos y mencionamos el nombre de Dios, como el de Juan o Pedro, etc.; pero distingamos que Dios es grande, omnipotente, omnisciente, todopoderoso, y que en cumplimiento del plan para salvarnos, envió a su Hijo que nosotros crucificamos y lo sepultamos, pero Él resucitó y por su gran misericordia vendrá nuevamente a buscar a aquellos que perseveren hasta el fin.
Hoy, en una campaña evangelista, el 90 por ciento de los asistentes son cristianos de iglesias convertidos o convencidos, y solo un 10 por ciento no conocen el Camino. De ese 10%, el 1 por ciento puede ser que se agregue a la iglesia; ¡qué lejos de aquellos 3.000 que se agregaron después de la predicación de Pedro! Hoy falta temor de Dios, pero temor, no miedo a Dios, ese temor que tiene amor, reconocimiento de un Dios soberano con control y soberanía sobre nuestras vidas, que sabe lo que hacemos, lo que pensamos, y que tiene un plan para nuestras vidas preestablecido que nos lleva a la vida eterna.
Parece que no reconocemos a un Dios lento para la ira y grande en misericordia, un Dios que no da importancia a nuestra frialdad o falta de respeto hacia Él, y que por su misericordia sigue tratando con nosotros, respondiendo a nuestras oraciones y realizando milagros,... Y nos creemos grandes cristianos; hay veces que hasta muy livianamente oramos y mencionamos el nombre de Dios, como el de Juan o Pedro, etc.; pero distingamos que Dios es grande, omnipotente, omnisciente, todopoderoso, y que en cumplimiento del plan para salvarnos, envió a su Hijo que nosotros crucificamos y lo sepultamos, pero Él resucitó y por su gran misericordia vendrá nuevamente a buscar a aquellos que perseveren hasta el fin.
Los demonios tiemblan ante el nombre de Dios por el castigo que recibirán; pero nosotros no temblamos ante el nombre de Dios. Nos basta con solo pensar el castigo que tendríamos por nuestros pecados, si no nos tomamos las cosas en serio y somos, desde la cabeza hasta los pies, convertidos verdaderamente; así, nuestros corazones comienzan a temblar ante un Dios soberano y poderoso.
Es un asunto nuestro, es cuestión de que nos entreguemos con todo nuestro corazón, alma y cuerpo a Dios, y veremos que nuestras vidas comienzan a cambiar; en el temor a Dios se inicia la verdadera sabiduría.
Deseo servir a Cristo en mi vida, y que todo lo que Él me enseñó en casi 34 años de cristianismo, lo pueda aplicar a los demás en consejos y enseñanza, según las revelaciones y visiones que me ha dado en la vida que llevo.
Solo soy un siervo de Dios.
Solo soy un siervo de Dios.
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