viernes, 19 de junio de 2015

Amanecer con Dios

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino” Salmo119:105. (BDLA).
Una mujer confesó a una amiga su confusión y duda sobre la toma de una decisión importante. Profesaba creer en Dios pero no asimilaba que apoyarse en su fe le ayudaría a elegir su camino. ¿Cómo sé que estoy haciendo lo correcto? ¿Cómo puedo creer que mi decisión será la precisa si ni siquiera veo el mañana?”, preguntaba.
Su amiga reflexionó y por último le dijo: “Así es como yo lo veo: Imagínate que conduces cuesta abajo por una oscura carretera de campo y no hay luces que te den noción alguna de tu ubicación. Es algo espeluznante. No obstante, confías en tus luces delanteras. Ahora bien, éstas solo te permiten visualizar diez metros del camino frente a ti y eso te es suficiente para ver por donde te diriges. Y mientras viajas por esa senda con apenas diez metros de visión, los focos delanteros, de vez en cuando, te muestran otros diez metros más, hasta que al fin alcanzas tu destino sana y salva”.
Comparable a ello es vivir por fe. No somos capaces de ver el mañana, la semana próxima o el año por venir, pero sabemos que Dios nos proporcionará la luz para encontrar el camino, cada vez que necesitemos de ello.
Cuando estés al borde de toda luz, o a punto de dar un paso en falso hacia las sombras de lo desconocido, tener fe es saber que ocurrirá una de dos cosas: Encontraremos algo sólido donde sostenernos, o aprenderemos a volar.
¿Pero cuándo? 
Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Salmo 27:14 (BDLA).
A menudo sonreímos deliberadamente, ante este comentario sarcástico que oímos, “Señor, dame paciencia, ¡pero dámela ya!” Y, ¿por qué no? Nuestra sociedad demanda el cumplimiento inmediato en casi todo lo que hacemos, desde comidas rápidas en microondas hasta establecer comunicaciones con todo el mundo en segundos.
Cualquiera que sea el asunto, parece que un botón, un interruptor o una píldora, deberían dar súbitos resultados. Esto hace que se dificulte aceptar que, nos guste o no, el crecimiento espiritual lleva tiempo.
En un jardín, cada semillero posee un tiempo promedio de desarrollo. Pero como seres humanos, con antecedentes y necesidades, no confiamos en promedios para determinar cuándo subiremos el próximo peldaño en nuestro caminar con Dios.
Es tentador, cuando enfrentamos un fallo espiritual nuestro o algo relacionado con el crecimiento de otro, orar y esperar cambios inmediatos. Suele suceder. Sin embargo, ¡qué perdidos y confusos nos sentimos si nuestras plegarias no traen el remedio instantáneo que buscamos!
En momentos así, es bueno recordar que todas las facetas de nuestra naturaleza, incluso los atributos que amamos de nosotros mismos o de aquellos a quienes deseamos una pronta mejoría, se deben a haber sido creados por Dios. Cuando los cambios parezcan sobrevenir lentamente, no abandones la esperanza. Considera que las fases de tu madurez están en las manos del Señor.
Permanece en tu comunión diaria con Dios y confía en que tu espíritu será sanado en Su tiempo.

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