martes, 16 de junio de 2015

Por Gracia

“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios”
Efesios 2:8 (Nueva Versión Internacional)
Entendamos el concepto de gracia. Es un acto de amor unilateral e inmerecido de Dios hacia nosotros. Unilateral, porque Dios no espera recibir nada a cambio de nosotros. E inmerecido, porque no es algo que podamos conseguir por medio de nuestras obras. En la medida que comprendamos este concepto tendremos mayor sosiego. 
Imaginemos esto: un hombre indigente se encuentra en la esquina de una calle mendigando, pensando en cómo conseguirá comida para sobrevivir ese día, esperando juntar unas cuantas monedas para poder dormir esa noche en una posada y no en la calle. En esto llega un hombre vestido elegantemente, – ¿es usted el Sr. Juan García?- pregunta. El pobre hombre responde –sí, soy yo-. Entonces el mensajero dice -permítame informarle que un hermano que usted no conoció, ha fallecido y le ha dejado una herencia-. A partir de ese día el Sr. García jamás volvió a preocuparse de qué iba a comer o en dónde iba a dormir, sino que sus nuevas prioridades se convirtieron en el golf y decidir cómo invertir su fortuna. El Sr. García no merecía lo que recibió. Fue un regalo unilateral, el cual su hermano no esperaba que se lo pagase. Y aunque hubiese mendigado el resto de su vida, jamás hubiera estado cerca de pagar la fortuna que recibió.
Es un símil de lo que pasa con la gracia que recibimos de Dios. Cuando Cristo falleció en la cruz y dijo ¡consumado es!, nos dejó, para quienes quieran hacer de testamentarios, un testamento a nuestro favor, en el cual somos coherederos con Él de lo que no merecemos. Y aunque en ocasiones nos engañemos pretendiendo pagárselo por medio de buenas obras, nunca lo lograremos hacer.
Dimensiona adecuadamente el amor de Dios y Cristo por ti. Él sabía cuando fuiste salvo, que no merecías esa dádiva. Recibe tu salvación cada día, como el regalo más grande que no merecías y que jamás podrías pagar aunque lo intentases. Lo mejor de todo es que Dios no espera que le pagues, sino que disfrutes lo que te ha dado en herencia, por Su hijo Jesús.

Recibe la gracia como tu mayor regalo y vívela plenamente.

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