jueves, 18 de junio de 2015

En las manos de Dios

Aunque no se tiene ningún antecedente del origen de Egipto, muchos historiadores concuerdan en que comenzó con el establecimiento de algunas familias a orillas del río Nilo.
Se cree que en un tiempo muy lejano, todo lo que ahora es desierto era un lugar fértil, pero el cambio drástico en aquella tierra y en el clima, hizo que muchas personas migraran en distintas direcciones, y algunas llegaron a orillas del río para aprovechar sus aguas.
El oficio principal en aquellos tiempos era la agricultura y la crianza de ganado, que en un principio, sólo estaba destinada al aprovechamiento familiar. Pero con el tiempo, se fueron perfeccionando las técnicas de cultivo y ganadería, atrayendo a más personas para comprar alimentos, y la gran mayoría para solicitar trabajo.
Los egipcios observaron que había algunas semillas que crecían mejor con un riego mesurado pero constante, y otras tenían que estar inundadas de agua.
Las leyendas de los egipcios atribuían la técnica del sembrado del grano de arroz a un hombre que fue tomado como un loco, y fue sometido a torturas hasta morir debido a que cogía las semillas y las depositaba en el Nilo.
Sin duda, esa acción a simple vista, parecía un desperdicio, pero la semilla crecía tranquilamente estando todo el tiempo inundada de agua; y la marea, constante, empujando las semillas a la orilla evitaba que se perdieran, y cuando la marea bajaba dejaba extensiones inmensas de lodo, que guardaban en su interior granos de arroz que continuaban aprovechando la humedad.
Eclesiastés 11:1 dice: “Echa tu pan al agua; después de algún tiempo lo encontrarás.” Versión Dios Habla Hoy.
La técnica egipcia para sembrar arroz parece bastante descabellada, pero la palabra de Dios en el versículo mencionado, lo parece mucho más aún. Porque cuando el pan se mantiene en remojo por mucho tiempo, se disuelve y no existe manera de volverlo a recuperar.
Pero, ¿por qué era tan descabellada la idea de la siembra echando semillas al mar?
Porque los sembradores dejaban de tener el control. Los egipcios habían desarrollado un sistema social y cultural que les hacía dominadores del mundo, y como estaban en un lugar tan desértico, tenían celo en cuidar cada detalle en cuanto a la siembra y la crianza de ganado, para evitar pérdidas.
Esa misma sensación es la que tenemos cuando Dios nos pide algo como echar nuestro pan al mar. Dejar de tener el control sobre las cosas que nos rodean, es algo muy difícil.
Pero cuando nosotros somos los que dominamos, nos estamos sentando en el trono que le corresponde a Dios, y entonces evitamos que Él pueda trabajar libremente.
¿Qué es lo que aún no le has entregado? Familia, hermanos, hijos, economía, estudios, trabajo, la novia o novio que tienes, los sueños futuros, los planes que hiciste, problemas, enfermedades, etc.
Deja de tratar de controlarlo todo y entrégalo en las manos de Dios.

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