Aquel sábado, Andrea no estaba con ánimo para tolerar las payasadas de su hijo de 6 años. Mientras Steven discutía con sus amigos por un juego de vídeo, ella sentía la presión de un montón de asuntos pendientes que requerían de su inmediata atención.
Los productos alimenticios recién comprados para la cena del día, ocupaban todo el espacio disponible en la cocina. Debajo de ellos, la lección de Escuela Dominical que debía preparar. La ropa de toda una semana, aún por lavar, yacía amontonada entre el cuarto de lavandería y la cocina. Y para colmo, la desconcertante carta de un amigo lejano que se encontraba muy necesitado, se balanceaba en el borde del fregadero.
-¿Irá Steven a la Fiesta con nosotros esta tarde?
– No mencionó nada al respecto.
– Bueno, pensábamos salir cerca del mediodía. Si no llevó consigo a casa la nota solicitando el permiso de los padres, puedes escribir la información solicitada en un pedazo de papel y lo envías con él.
En cuanto Andrea notificó a Steven acerca de su paseo, la disposición de éste cambió, y durante las siguientes dos horas su comportamiento fue el de un “chico modelo”.
... Andrea estaba sacando un pastel del horno, cuando sonó el timbre de la puerta, seguido por un terrible disturbio. Corrió hacia la sala y allí encontró a dos niñas, que agitaban papeles rosados, frente a su hijo que lloraba.
-¡No podré ir!, lamentó el chico. ¡No tengo uno de esos papeles rosados!.
Por supuesto que sí, la única diferencia es que el tuyo es blanco, dijo ella mientras secaba sus lágrimas. Luego puso el papel en su bolsillo y lo despidió.
Al regresar a la cocina, Andrea se preguntó: ¿Y por qué no vino a mí y me pidió el papel? ¿Acaso no ha tenido mi hijo tiempo suficiente como para saber que yo tendría la solución?
Al regresar a la cocina, Andrea se preguntó: ¿Y por qué no vino a mí y me pidió el papel? ¿Acaso no ha tenido mi hijo tiempo suficiente como para saber que yo tendría la solución?
De pronto, una leve sonrisa se vislumbró en su rostro al observar el caos a su alrededor, y casi pudo escuchar a su Padre celestial decir: ¿Acaso no has sido mi hija el tiempo suficiente, como para saber que tengo TODAS las cosas bajo control?
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. Juan 14:1
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