martes, 12 de mayo de 2015

Caminando por el desierto

En los desiertos Dios no solo prueba nuestra fe, también nos pone a prueba para ver todo lo que haremos para ser mejores cada día. En las pruebas no tenemos nada, pues siempre estamos pidiéndole a Dios que responda a nuestras peticiones, pero nosotros no respondemos a las que Él nos hace a diario a través de su palabra.
Las pruebas tienen como motivo esperar, tener confianza y fe, pero estamos tan a la expectativa de lo que Dios nos vaya a dar o de lo que pase a nuestro alrededor, que no tenemos en cuenta lo que pasa dentro de nosotros y lo que tenemos que dar.
cambiando en el desiertoLos desiertos no son solo para fortalecer nuestra área espiritual, ya que a Dios le interesa todo lo que tiene que ver con nosotros; le cuestionamos por lo que nos está pasando, pero no nos evaluamos, no nos analizamos para saber qué debemos cambiar. Porque el desierto va más allá de no tener dinero, va más allá de la crisis en la familia, más allá de la enfermedad. Va hasta lo más profundo de nuestro ser, de nuestra alma, de nuestro corazón... y hasta de los huesos. ¨Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos.¨ Proverbios 3:8 (RVR1960).
Buscamos primero, el cambio en las circunstancias externas poniendo nuestra confianza en ellas, creyendo que eso nos va hacer cambiar para bien, lo que llevamos dentro. Mientras, el trabajo de Dios en nuestra vida es totalmente al contrario, porque el cambio comienza desde adentro y luego se ve reflejado en el exterior. Esta es una de las claves de los desiertos; así como pedimos provisión, pidamos revelación de qué es lo que Dios quiere que dejemos en ese desierto, para que al llegar a la tierra prometida no llevemos las basuras.
¨No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.¨ Filipenses 4:11-12 (RVR1960).
Existen muchas personas en las que toda su vida ha sido un eterno desierto, y nunca han salido de él aun conociendo de Dios, pero el problema está en que no han aprendido o no se han dejado enseñar por Dios. Así como cuando estamos en la universidad en una clase difícil y no prestamos atención, no estudiamos, no aprendemos, perdemos el semestre y nos toca repetirlo; y ahí nos quedamos hasta que saquemos una calificación satisfactoria. Ponemos en práctica lo aprendido, aunque sea a la fuerza,... pero si queremos terminar la carrera debemos hacerlo.

Pablo había comprendido que su felicidad no dependía de las circunstancias externas, sino que dependía de Dios. Había cambiado y dejado muchas cosas en su vida para seguir al maestro, y aprendió de cada circunstancia sacando provecho ellas. Lo que marcó la diferencia en su vida no fue la cantidad de desiertos que pasó, sino en el hombre ejemplar en el que se convirtió, dando testimonio de ello.

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