Dios… me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado. Génesis 35:3.
Bernabé…contó como Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado. Hechos 9:27.
Bernabé…contó como Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado. Hechos 9:27.
Los evangelios nos presentan varios caminos por los que el Señor Jesús anduvo. Simbolizan situaciones particulares de nuestra vida, en las que el Señor quiere ver cómo reaccionamos. Por ejemplo: En el camino que va de Jerusalén a Jericó, un hombre cayó en manos de ladrones (Lucas 10:30). Fue robado, cubierto de heridas y quedó “medio muerto”.
¡Camino de amargura y decepción! Puede que hoy alguien esté en esta situación: vacío de afectividad y degradado moralmente. En tal camino, el Señor Jesús (el buen Samaritano de la parábola) no vacila en acercarse, “movido a misericordia”, para vendar nuestras heridas. Pero es necesario dejarle obrar para experimentar su ayuda.
Otro ejemplo: El Señor Jesús envió a uno de sus discípulos “por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto” (Hechos 8:26), al encuentro de un hombre, funcionario de la reina de Etiopía. Este relato nos enseña que, rico o pobre, uno puede estar muy solo, como ese hombre en un camino desierto. Dios oye las preguntas secretas e incluso en el camino de la soledad escogerá el medio de manifestarse: puede ser mediante una experiencia, un encuentro o una palabra. Como lo hace a través de toda la Escritura, Dios le anunciará “a Jesús” (v. 35), porque fue en Jesús como Él se reveló.
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