contaron la historia de su padre. Éste fue arrestado en una redada hecha a miembros de la iglesia que se reunía en una casa, y le fue dada una opción: negar a Cristo o ir a la cárcel. El hombre pasó veinte años recluido en prisión por su fe.
Me sentí conmovido hasta llegar a las lágrimas, por el fiel testimonio de este hermano. Entendió que Dios tenía el control de su vida, y ese entendimiento le dio la valentía para agradar a su Padre celestial, sin importar las consecuencias.
Romanos 8.28 enseña que “y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Las primeras palabras del versículo: “Y sabemos” son un indicio de cómo debemos confiar en que el Señor cumplirá su promesa. Podemos afrontar la adversidad con valentía, cuando desarrollamos el hábito de encontrar las huellas de Dios en situaciones de nuestro pasado.
Aunque Dios hace que nuestras experiencias sean para bien, Él no causa necesariamente, las pruebas. El Salmo 103.19 dice que “su reino domina sobre todos”. Hay otras fuerzas activas en el mundo, pero el poder del Padre es el que predomina. Satanás puede tocar nuestra vida con sufrimientos, pero solo porque el Señor le permite hacerlo. Y Dios le da permiso solo cuando una situación se ajusta a su propósito final.
No importa las tragedias que afrontemos, que el compromiso de Dios sigue siendo el mismo: sacar bien del mal. Pablo lo sabía: que la promesa era verdadera, y nosotros también.
Examine su vida para encontrar evidencias de la actividad del Señor, y tendrá también esta seguridad.
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