miércoles, 4 de marzo de 2015

El perdón.

Perdonar a quienes nos han causado algún daño es una orden difícil de obedecer, es más fácil aferrarnos a nuestra ira. Pero como reflejos que somos del amor de Dios, los creyentes ya no vivimos de acuerdo con los impulsos de la carne. Gracias al Espíritu Santo, cuando alguien nos trata mal, podemos perdonar y además demostrar amor a esa persona.

Primera a los Corintios 13.5 nos dice que:

El amor no busca lo suyo. A muchas personas solo les preocupan sus “derechos”. Pero la idea de los derechos es un concepto mundano, no un mandato bíblico. Esto no quiere decir que debamos permitir que los demás se aprovechen de nosotros; sino que debemos enfocarnos en mostrar el amor de Dios a nuestro enemigo (Mateo 5.44).

El amor no se irrita. Mantener un espíritu sereno cuando estamos irritados es difícil. Pero los momentos en que somos perseguidos o agraviados son precisamente, los que más nos ayudan a ser conscientes del amor de Dios que fluye a través de nosotros. Piense en las muchas veces que el Señor Jesús tuvo que enfrentarse a líderes religiosos que lo provocaron deliberadamente; sin embargo, en la cruz también pidió el perdón para ellos.
El amor no tiene en cuenta el mal recibido. El amor de Dios, que fluye a través de nosotros, puede soportar la herida causada por otra persona.
La gente nos herirá, pero si tenemos una actitud amorosa y nos negamos a preocuparnos por nuestros derechos, seremos capaces de dejar de lado el resentimiento y perdonar con amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario