sábado, 7 de marzo de 2015

La Parálisis Espiritual en la Vida Cristiana

Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo. Judas 1.20
Un día, cuatro hombres se acercaron a Jesús “trayendo a un paralítico…” (Marcos 2:3), condición en que la víctima quiere moverse pero no puede debido a la misma parálisis. La espiritual se parece mucho a esto. Mientras todo el mundo a tu alrededor sigue adelante con su vida, tú te sientes paralizado. Sabes en tu interior, que tienes lo que hace falta para tener éxito, pero tu espíritu no responde. ¿Qué está pasando? Simplemente, la tensión vital que sufres constantemente, crea una presión que tarde o temprano, da lugar a la división, al enfado contigo mismo.
Y este enojo constante produce cansancio, aburrimiento. Te sientes débil. Nada te entusiasma. Un día precede y se parece al siguiente, hasta que gradualmente, comienzas a creer que nada cambiará jamás. No importa si vives en una choza o en una mansión; a no ser que seas liberado en tu espíritu, es como vivir en una prisión.
Ahora bien, mientras esta clase de parálisis espiritual te inmoviliza, también te puede dejar con emociones incontroladas. No puedes seguir con lo que necesitas, como un empleo o una relación. Sabes que algo no funciona bien, pero no lo puedes cambiar. 
Con todo, otra consecuencia de la parálisis espiritual deriva de ese agotamiento mental, emocional y físico. Cuando la gente está constantemente sacando algo de ti, tarde o temprano te quedas“seco”. Es imposible ser un aliciente continuo a otros sin llegar a estar desalentado, exhausto y agotado. Por eso tienes que seguir llenando tu propio “pozo” en la Fuente.
Sea como sea tu condición de “parálisis” hoy, encontrarás tu respuesta en Jesús, como este hombre la encontró. Él da alegría, libertad y propósito a la vida. Así que, niégate a vivir paralizado, fuera de control y agotado un solo día más. Y una cosa más: aprende a “edificándoos....en el amor de Dios…” (Judas 20).

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