Muchas personas creen en Dios, asisten a la iglesia y están convencidas de que algún día irán al cielo. Sin embargo, también creen que el destino eterno de una persona depende fundamentalmente, de cuánto bien haya hecho en su vida. Otras aceptan que Jesucristo murió por nosotros, pero piensan que tenemos que contribuir a la salvación por medio de buenas obras. Ambos criterios son incorrectos.
La Palabra de Dios enseña que somos salvos solamente por medio de una fe personal en Cristo (Efesios 2.8, 9). Lo que Él hizo, vivir sin pecar y morir por nuestros pecados, es lo que nos da la salvación. Cuando recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador, su obra consumada es abonada a nuestro favor. Nuestra deuda de pecado fue pagada con su sangre, y su justicia se aplica a nosotros.
Recuerde, somos salvos, no por lo que hagamos, sino por Aquel en quien hemos puesto nuestra fe. No podemos añadir o quitar nada a la obra perfecta de Cristo en la cruz (Juan 19.30; Hechos 4.12).
Otro punto habitual de confusión es la idea errónea de que, una vez que somos salvos, tenemos que hacer ciertas obras para que Dios siga amándonos. Asistir a la iglesia, leer la Biblia y orar son prácticas importantes para los hijos de Dios, pero su amor no depende de nuestras acciones. La Biblia es clara al decir que el amor es la naturaleza de nuestro Padre celestial (1 Juan 4.8).
Es esencial que la fe esté anclada como la verdad bíblica. Recibir el perdón de nuestros pecados, pertenecer a la familia de Dios y morar con Él para siempre dependen de esa fe. ¿Coinciden sus convicciones con lo que dice la Palabra de Dios?
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