“…HABLO ESTO… PARA QUE TENGAN MI GOZO COMPLETO EN SÍ MISMOS” (Juan 17:13)
Los que siempre están preocupados tienen normalmente, un coeficiente intelectual más alto que el promedio. Pero estas personas también tienden a padecer el mal de ¿“Y si…”?. “¿Y si choco con el coche… o caigo enfermo… o pierdo mi trabajo… o no soy capaz de alcanzar el desafío?
La mayoría de estas cosas nunca llega a suceder realmente, pero el temor a ellas les agobia y no les deja vivir el presente.
La preocupación constante te robará la felicidad, porque metafóricamente, el temor “ha firmado un contrato de alquiler a largo plazo, ha desecho sus maletas y se ha instalado en tu casa”. No puedes ser feliz y temeroso al mismo tiempo; son estados totalmente incompatibles.
Tal como actúas, revela en qué crees. Cuando vives con miedo demuestras que no crees en Dios lo suficiente. Es más, si sirves a Dios por miedo en vez de por gratitud, acabas sintiéndote apenado y renegando, albergando envidia y resentimiento hacia aquellos que sí viven felices. Jesús dijo: “…hablo esto… para que tengan Mi gozo completo en sí mismos” (Juan 17:13).
Él no oró para que seas feliz y escapes de los problemas. No, Él oró para que tú tengas la felicidad que Él pretendió. ¿Qué tipo de felicidad es esa?, preguntarás. Una felicidad firmemente basada en tu relación con Él, una felicidad que no está sujeta a emociones internas negativas, o a condiciones externas adversas.
David dijo: “Alegraos en el Señor y gozaos…” (Salmo 32:11). Así que, cuando no puedas pensar en ninguna cosa para estar feliz, ¡alégrate porque aún estás seguro en los brazos eternos de Dios!
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