jueves, 5 de marzo de 2015

Cuando el miedo o el temor se apodera de nosotros

¿Cuándo fue la última vez que experimentó la sensación de temor o miedo? ¿Hace una semana? ¿Ayer? ¿Hoy mismo? Cuando el miedo invade la mente, un sin número de reacciones se desencadenan que dependerán, entre otras cosas, de las experiencias traumáticas del pasado, de las expectativas del futuro, de las vivencias actuales, de la personalidad del que experimenta el miedo,... y de muchas otras variables.
El miedo puede llegar a convertirse en un "aliado", si lo consideramos como una experiencia única de aprendizaje, que promueve y estimula una mayor confianza y dependencia en las infalibles promesas de Dios. Pero también puede ser lo contrario; puede llegar a convertirse en una fuente de ansiedad constante que impida funcionar de forma saludable, tanto emocional como socialmente.
En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos historias de personajes que experimentaron el miedo: Adán y Eva tuvieron miedo cuando escucharon la voz de Dios, porque sabían que habían desobedecido. Jacob tuvo miedo cuando se iba a encontrar con su hermano Esaú, porque sabía que lo había engañado. Abraham tuvo miedo de que los egipcios lo mataran por mentiroso. Pedro tuvo miedo cuando la gente lo reconoció como alguien que había andado con Jesús y lo negó. Incluso los discípulos tuvieron miedo cuando se enfrentaron con una tormenta en el mar de Galilea. Seguramente usted podría mencionar algunas tormentas de su propia experiencia; de hecho, ¿quién podría decir, sin parecer petulante ni mentiroso, "jamás he sentido miedo a nada ni a nadie…"?
Las Escrituras tienen promesas y enseñanzas que nos animan a confiar en nuestro amado Señor Jesús, cuando el miedo ronda nuestra vida. Sin embargo, por muy espirituales que seamos, el miedo puede apoderarse de nosotros cuando nos encontramos en situaciones de crisis. Este miedo puede hacer que nuestra capacidad de ser objetivos disminuya y que nuestra fe en Dios languidezca.
Es necesario, entonces, que hagamos un alto, que nos detengamos y tomemos tiempo para observar a Jesús, quien obró un milagro para ayudar a sus discípulos a enfrentarse al miedo en un momento especial en sus vidas (Marcos 6:45-52).
Jesús también quiere que usted venza ese miedo que lo quiere aplastar, que crea en Él y lo invite a subir en la barca de su vida. Si siente que el miedo se está acercando y que como un huracán furioso, quiere destruirlo robándole la paz, el gozo y la alegría de vivir, confíe en Dios con todo su corazón mientras reflexiona en las siguientes verdades de Marcos 6:45-52:
La providencia de Dios nos dirige y crecemos de acuerdo al plan que Él tiene (verso 45).
La oración intercesora de Jesús nos bendice (v. 46).
La maravillosa presencia de Jesús nos sostiene (v. 48). El grandioso poder de Jesús nos protege (v. 50).
El eterno propósito de Dios nos guía (v. 51).
Aparte su mirada de aquello que le causa miedo o temor y diríjala hacia Jesús. Agradézcale al Señor por la oportunidad de crecer en fe y dependencia en Él; alábelo porque se siente bendecido con lo que Él hace a su favor; acérquese con confianza al trono de la gracia y agradézcale por alegrar su corazón; busque entender el propósito que Dios le revela en medio de sus miedos, y acepte la capacitación que Él mismo le provee para poder cumplir el propósito que tiene para su vida.
Entonces, ¿cómo vamos a reaccionar en la próxima ocasión, cuando veamos que el temor y el miedo se acercan? ¿A quién vamos a recurrir para que nos ayude? ¿En quién vamos a creer para recibir fortaleza, ánimo y esperanza? Estas, y muchas otras preguntas, tienen una sola y sencilla respuesta: Cuando el miedo o el temor se acerque a nuestras vidas, necesitamos aprender a descansar y confiar en el cuidado amoroso y tierno de nuestro Dios, porque es el único que tiene el control absoluto de todo y de todos.
Y recordemos: Si Jesús está en nuestra barca (la vida), esta no se va a hundir.

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