lunes, 2 de febrero de 2015

¿Preparado(a) para el último día?

Hace unos días celebramos mi cumpleaños, el cuarto año de mi cuarta década. Recibí muchas felicitaciones y deseos de bienestar. Me resultó agradable que algunos pensaran que tenía... ¡hasta catorce años menos! Da que reír. Pero lo cierto es que el tiempo sigue su marcha sin detenerse a esperar por nosotros. Cada décima de segundo, segundo, minuto, hora, día, semana y año que ha transcurrido, ha sido un regalo inestimable para lograr mi propósito. Depende de nosotros aprovechar diligentemente este invaluable obsequio divino para completar nuestro designio en la vida. 
La semana pasada decidí retomar mi rutina de ejercicios de correr y caminar temprano por la mañana. antes de llegar a mi trabajo en la oficina.
Tengo la costumbre de usar el cronómetro para medir el tiempo invertido en la distancia corrida ese día. De esta  manera puedo evaluar la efectividad del ejercicio realizado en dicha actividad deportiva. Una vez terminé de ejercitarme, procedí a prepararme el desayuno y la vestimenta apropiada para iniciar mis funciones. Por la tarde, de camino a buscar a las niñas en el colegio, estuve a punto de ser golpeado por otro vehículo en la carretera de la ciudad donde vivo. Minutos más tarde, un colega de ministerio estaba en cuidados intensivos por los golpes sufridos a consecuencia de un accidente en motora. Después empleé un tiempo en oír las noticias internacionales y descubrí la muerte de artistas y personalidades de la política, la cultura y el arte. Todo pasó nada más acabar la jornada laboral. De camino a casa reflexioné en lo que oí por la radio. Medité en lo frágil y fugaz que es la vida, en cuanto tiempo perdemos, en muchas ocasiones, en asuntos triviales que nos distraen y nos roban demasiadas energías. 
Y pensé, cuando sea mi momento, ¿estaré listo para dejar este mundo? ¿Completé ya mi encomienda?
¿Cuanto daríamos para enmendar los tropiezos?, ¿o para dar marcha atrás y corregir decisiones? ¿Se puede evitar evocar los recuerdos de las oportunidades que dejamos pasar? ¿Y qué pasa con aquellas batallas mentales que nos recuerdan todo lo que no hicimos por temor? ¿Se puede eliminar el dolor del alma producido por algún suceso inesperado? ¡Claro que sí! Toda historia triste puede tener un final feliz. Cualquier herida o enfermedad dolorosa puede tener una sanidad. El proceso de recuperación y realización dependerá mucho de nosotros. 
Ahora se hace oportuno mencionar que Jesús dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14:6) y “Vengan a mi todos los que estén cansados, abatidos, que yo les daré descanso” (Mateo 11:28).  Ambas declaraciones ofrecen la seguridad de que Él ha decidido dirigir nuestros pasos y ayudarnos a engrandecer nuestras fuerzas para alcanzar nuestro destino con Él y para Él. Nuestros tiempos están protegidos y garantizados bajo la protección de su mano (Salmo 31:15). Además, prestar atención al consejo de Dios nos trae satisfacción (Eclesiastés 12:1).
Hoy  pudiera ser nuestro último día. No importa lo que no hicimos, sino lo que podemos hacer. ¡Vamos, levántate!, camina e inicia tu recorrido hacia todo aquello que estás por acabar. Revisemos nuestra agenda y comencemos por el principio hasta completar todo lo que fuimos diseñados para hacer. Si tenemos que perdonar, perdonemos; si es olvidar, olvidemos; si hay que restituir, restituyamos y si tenemos que empezar, ¡empecemos  de una vez! Que nada impida que Dios sea nuestro aliado y el tiempo nuestro testigo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario