lunes, 16 de febrero de 2015

Glorifica a Dios en tu trabajo

Los cristianos podemos cometer el error de creer que al tener un trabajo no podemos glorificar tanto a Dios, como si estuviéramos trabajando la jornada completa. ¿Pero qué nos dice Dios al respecto? ¿Es eso cierto?

El apóstol Pablo, en su carta a los Colosenses, capítulo 3, nos habla de todo lo que ha hecho Cristo en nosotros y cómo se va a manifestar de maneras concretas, con cambios específicos en nuestras vidas. A grandes rasgos nos viene a decir que debemos hacer morir lo terrenal en nuestras vidas, y tener una perspectiva correcta respecto a las cosas del mundo y las cosas del cielo.
Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Colosenses 3:17) 

Lo escrito anteriormente, no deja nada al olvido, dice “y todo lo que hacéis". Esto incluye las cosas dentro y fuera de la iglesia, en nuestro hogar, en nuestro trabajo, en nuestra universidad, en nuestros colegios, con nuestros vecinos, etc. Todo hay que hacerlo, como principio general, en el nombre del Señor. 
Luego, unos versículos más adelante (22 al 24), nos habla específicamente sobre amos y esclavos, práctica que era muy común en aquellos tiempos. No obstante, el principio bíblico que se enseña ahí, se puede aplicar hoy en día a jefes y empleados:

Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. (Colosenses 3:22-24)
 
En el versículo 23 vuelve a utilizar la palabra “todo”, lo que hagáis. Nada queda excluido, absolutamente todo lo que hagamos debemos hacerlo de corazón, como para el Señor. Si somos capaces de hacer todo como para el Señor, no solo podremos agradarle, sino que además recibiremos recompensa en el cielo. Servir a Cristo no es un sacrificio, es una bendición y un honor. 
Todo en tu trabajo, lo puedes hacer para ser un buen siervo, pero no lo hagas solo para agradar a tu jefe. Pon atención a la advertencia que nos hace el versículo 22. Podemos agradar a los hombres y, al mismo tiempo, no estar agradando a Dios. Agradar y glorificar a Dios debe ser nuestro objetivo primario.
Cuando por la gracia de Dios somos salvos, tenemos vida nueva. Cristo y nadie más que Cristo pasa a ser nuestro Señor, le pertenecemos y solo a Él debemos servir. Si somos conscientes de ello y lo aplicamos en nuestras vidas en todo lo que hagamos, podremos mostrar verdaderamente cómo el evangelio de Dios es capaz de cambiar a un pecador. El mundo verá que somos distintos, que “hay algo” que nos hace realizar todo de manera excelente, y así nuestras vidas estarán mostrando en la práctica, el evangelio transformador de Cristo.
Podemos y debemos glorificar a Dios en nuestro trabajo, solo debemos recordar que ¡trabajamos para Dios y no para el mundo!


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