lunes, 9 de febrero de 2015

El lado bueno de la vida

Un lunes en la Universidad de Nevada en Las Vegas, al inicio de mi clase de las 8:00 a.m. (UNLV), alegremente pregunté a mis estudiantes cómo habían pasado su fin de semana.
Un joven me dijo que su fin de semana no había sido muy bueno. Le habían extraído su muela del juicio, y el joven procedió a continuación, a preguntarme por qué yo siempre parecía tan feliz.
Su pregunta me recordó algo que había leído en algún sitio antes: “Cada mañana que nos levantamos, podemos escoger cómo queremos afrontar la vida ese día”, y le dije al joven: “Escojo estar alegre”.
“Le daré un ejemplo”, continué. Los otros sesenta estudiantes de la clase dejaron su tertulia y comenzaron a escuchar nuestra conversación.
“Además de enseñar aquí en la UNLV, también lo hago en la universidad pública de Henderson, a unas diecisiete millas de donde vivo por la autopista. Un día, hace algunas semanas, conduje esas diecisiete millas hasta Henderson. Salí de la autopista y me dirigí hacia la calle de la universidad.
Sólo tenía que conducir otro cuarto de milla por esa calle para llegar a la Universidad. Pero justo entonces, se me paró el coche. Intenté darle ignición de nuevo, pero el motor no arrancó. Así que puse mis luces intermitentes de atención, tomé mis libros y me encaminé hacia la universidad”.
En cuanto llegué, llamé a la Asociación de Automovilistas (AAA) y les pedí que me enviasen una grúa. La secretaria de dirección me preguntó qué había pasado. Este es mi día de suerte”, contesté sonreído.
“Su coche se estropea y ¿hoy es su día de suerte?” Estaba sorprendida. “¿Qué quiere decir?”
“Yo vivo a diecisiete millas de aquí”, le contesté. “Mi coche pudo haberse estropeado en cualquier lugar de la autopista, pero no lo hizo. En vez de eso, se descompuso en el lugar perfecto: a la salida de la autopista, a una distancia que yo pudiera caminar hasta aquí.
Todavía puedo dictar mi clase, y he podido hacer los arreglos precisos para que la grúa me encuentre después de clases. Si mi coche iba a estropearse hoy, no pudo haber pasado de mejor manera”.
Los ojos de la secretaria se abrieron por completo y luego sonrió. Le devolví la sonrisa y me dirigí hacia el salón. Así terminó mi historia a los estudiantes de mi clase de Economía en la UNLV.
Entonces observé a los otros sesenta rostros en el salón. A pesar de lo temprano de la hora, nadie se había dormido. De alguna forma, mi historia los había impactado. Todo había comenzado con el comentario del estudiante de que me veía alegre.
Un sabio dijo una vez: “Quienes somos habla más alto que cualquier cosa que podamos decir”. 
Supongo que así debe ser.
Es asunto de decidir y saber qué escoger. Cuando escogemos mirar el lado bueno de la vida, siempre hallaremos la forma de hacer sonreír e impactar a otros.
Siete días celebrarás fiesta solemne a El Señor tu Dios en el lugar que Dios escogiere; porque te habrá bendecido tu Dios en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos, y estarás verdaderamente alegre. Deuteronomio 16:15.
Grandes cosas ha hecho El Señor con nosotros; Estaremos alegres. Salmo 126:3

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