miércoles, 18 de febrero de 2015

Arma letal

En el cotidiano andar cristiano existe un número considerable de personas que no disfrutan de los frutos de la salvación; del gozo inefable, de la paz que sobrepasa todo entendimiento; en fin, de la bendición integral de Dios.
La Biblia dice que estamos en guerra y que dicha guerra, no es contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades; o sea, las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en el Señor.
Yo crecí en una congregación llena del poder de Dios, en la que obraba ciertamente, la manifestación del Espíritu Santo a nuestro favor. No siempre el desarrollo de la guerra va a ser de forma bélica.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Romanos 8:31-39 (VRV)
La Biblia nos enseña que Satanás es el maestro del ilusionismo, padre de la mentira, que siempre está tratando de convencernos de que el Señor nos desecha o ha dejado de amarnos a causa de nuestras equivocaciones. Pero lo cierto es que como dice esta cita bíblica, nada puede separarnos del amor de Dios.
Hay veces en las que nos sentimos acorralados y sin salida, buscamos luchar pero nos sentimos condicionados y con falta de fuerzas. Esto se debe a que generalmente, nos centramos en el problema para tratar de ver, aunque sea difícil, la solución al mismo. En el libro de Ester, en la Biblia, se nos narra que en un momento de angustia para los judíos, teniendo ya un edicto publicado de sentencia de muerte para todo el pueblo judío por parte del primer ministro Amán, Ester se presenta ante el rey, y este, deslumbrado por la belleza y gracia de la reina, le promete concederle hasta la mitad del reino. Pero Ester lo invita a un banquete que ella realizaría para agasajarlo, y también invita a Amán, su enemigo.
¿Invitarías a tu enemigo a tu mesa? ¿Cómo disfrutar de un banquete cuando tu verdugo está comiendo frente a ti? Lo cierto es que así aconteció. El salmista dice que el Señor, en su Amor, nos pastorea y adereza mesa delante de nosotros en presencia de nuestros angustiadores. No tenemos por qué temer.
Dice la Biblia:
Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón. Salmo 37:4 (VRV)

El pasaje bíblico del libro de Ester nos muestra algo muy importante. Ella sabía lo que le agradaba al rey. ¿Sabemos nosotros lo que le agrada al Rey de reyes y Señor de señores? ¿Nos presentamos ofreciendo un banquete digno del Rey? ¿O simplemente traemos “comida rápida” para presentarle quejas y peticiones egoístas? ¿Se siente agradado el Señor de nuestro agasajo? El apóstol Juan dice que El Padre “busca” verdaderos adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad (Juan 4:23-24). El verdadero manjar ofrecido, de adoración a nuestro Rey, es el anhelar Su presencia. ¿Por qué quedarnos solo con la mitad del reino si podemos tener el corazón del Rey?

Cuando hubo deleitado al rey el banquete de Ester, fue cuando esta presentó su petición.
No nos sirve presentarnos en presencia del Rey buscando solamente sus manos; lo importante de nuestra presencia, es ver su rostro, ver su corazón, adorarlo por lo que Él es y no por lo que podemos obtener de Él. Es entonces cuando la adoración es verdadera y todo lo que se constituye en nuestro enemigo, también se convierte en enemigo del Rey.
Estar confiados en el Amor de Dios nos hace estar seguros de mantener la victoria. Cuando nuestra adoración es extraordinaria, cuando nuestro deleite comienza con la presencia de Jehová, Él está dispuesto a glorificarse y concedernos las peticiones de nuestro corazón.
La adoración es nuestra arma más letal a la hora de enfrentarnos a nuestros enemigos; en ella nos centramos en Dios antes que en los problemas, lo cual permite que la gloria sea solo para Él.
No importa que se multipliquen tus enemigos, esta es la promesa del Señor:

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Juan 10:10-11 (VRV)

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