martes, 6 de enero de 2015

Ser Discípulo En Lugar De Seguidor

Cuando me rendí y reconocí que no podía complacer a Dios solo con mis esfuerzos humanos, el Espíritu Santo comenzó a renovarme, a llevarme a lugares nuevos, a experiencias nuevas, a la relación con Dios que había soñado.
El Espíritu Santo tomó el control total de mi vida espiritual. ¿Qué había sucedido en mi vida espiritual anteriormente? No dudo que ÉL hubiera estado obrando en mí, pero yo también estaba obrando. Tenía el control de mi vida espiritual, de mis actividades religiosas, de mi servicio al Señor. Pero aunque le servía de todo corazón, lo hacía solo con mis fuerzas humanas.
Me sucedió lo mismo que a Simón Pedro, el pescador. Cuando Jesús lo mandó “boga mar adentro y echad vuestras redes para pescar”, Pedro obedeció. Las redes se rompían de la gran cantidad de peces. A partir de ese instante, Pedro comenzó a seguir al Señor.
En ese instante, decidió seguirlo. Pero lo hizo como “seguidor”, no como un verdadero discípulo. ¿Cuándo aprendió? Después de haberlo negado, después de fallar. Tuvo que pasar por la desilusión, el dolor, la traición de su propio corazón. Pedro negó tres veces a Jesús. ¡Cuál sería el remordimiento de Pedro al cerrar los ojos por las noches y pensar que había traicionado a su Señor!
Pero un día después de aquella amarga experiencia, Jesús se encontró con él a orillas del mar de Galilea. Lo encontró débil, incapaz, manso. No le echó en cara su traición, simplemente lo llamó a apacentar sus ovejas. Pedro ya estaba preparado. Había pasado por el desierto de la prueba. Había pasado "el Rubicón", había reconocido que no podía seguir al Señor con la única fuerza de su determinación. Le faltaba ser discípulo.
¿Qué significa seguir a JESÚS? Ser su discípulo. ¿Cómo somos discípulos de CRISTO? Cumpliendo con lo que ÉL dijo:
”SI ALGUNO QUIERE VENIR EN POS DE MI, NIÉGUESE A SI MISMO, Y TOME SU CRUZ Y SÍGAME. PORQUE TODO EL QUE QUIERA SALVAR SU VIDA LA PERDERÁ; Y TODO AQUEL QUE PIERDA SU VIDA, POR CAUSA DE MÍ Y DEL EVANGELIO, LA SALVARÁ” (Marcos 8:34-35)
Más claro entonces, ¿cómo somos discípulos? Negándonos. Negarse uno es afirmar que no hay amistad, relación e intereses para el “yo”, para el “yo mismo”. Solo los hay para CRISTO. Es vivir plenamente conscientes de los intereses de CRISTO más que de los de uno. Es vivir ajeno a nuestros propios intereses, metas, opiniones, y estar conscientes de CRISTO, de cuáles son sus intereses y de su voluntad. Eso es seguirlo.

Me di cuenta de que en el desierto de la renovación, el Espíritu Santo transformó mi vida de oración, adoración, alabanza, estudio de la palabra y ministerio. Y cuando Dios nos trae al lugar de renovación, al lugar de unción, nos pide algo. Hay que estar dispuestos a cambiar, a desechar ciertas costumbres, ciertas mentalidades, ciertas rutinas, rechazarlas.
TODA NUESTRA VIDA PERTENECE A DIOS. En el altar de la renovación, DIOS nos pedirá que sacrifiquemos lo que más nos preocupa, lo que más nos ata. Para ser renovados, Dios quiere un corazón libre de ataduras por bueno y espiritual que éste sea. DIOS QUIERE QUE NADA IMPIDA OÍR SU VOZ.
Podemos gastar toda nuestra vida en la obra del SEÑOR, y nunca conocer al SEÑOR de la obra. Nuestros sacrificios no son suficientes. Nuestros esfuerzos no bastan. Cuando nos rendimos se ofrece el verdadero sacrificio, el que le es agradable.
Podemos afirmar lo siguiente:
CUANDO LE OFRECEMOS EN SACRIFICIO NUESTRO ORGULLO, ÉL LEVANTA NUESTRA CABEZA
CUANDO LE OFRECEMOS EN SACRIFICIO NUESTROS TALENTOS, ÉL OBRA SEGÚN EL PODER QUE ACTÚA EN NOSOTROS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario